En su estreno como director de cine, Gustavo Bolívar Moreno ha pu esto todo su empeño para producir una de las películas más atrevidas de Colombia.En la pantalla gigante, son conocidas las fórmulas para hacer un filme atrevido. En ‘Sin tetas no hay paraíso’, Bolívar Moreno, escritor y guionista de este ‘fenómeno’ literario-televisivo que conquista públicos, emplea la más usual de todas: un coctel de sexo, violencia protagonizada por narcos, sicarios y machismo, al son de canciones con sugestivas letras. Todo eso macerado con palabrotas de todo calibre y con imágenes de una cirugía real. Es una suerte de radiografía de la otra cara de la Colombia agujereada por la influencia del narcotráfico.Dado que de aprovechar fórmulas ya probadas se trata, la versión cinematográfica de ‘Sin tetas…’, de una hora y media de duración, teje la misma historia de la exitosa telenovela que se pasea por el continente. Claro, con el añadido del coctel, que en la TV no se podía mostrar.La trama se centra en Catalina, interpretada por la novel actriz Isabel Cristina Calavid, una jovencita de 14 años de una barriada pobre de Pereira que vive un drama para ella existencial. Por tener un pequeño busto, al contrario que sucede con sus compañeras de liceo y de barrio, no le es posible conquistar los favores de los narcotraficantes de la localidad, que pagan bien por los servicios ‘prepago’ sexuales de las adolescentes de la zona. El drama la empuja a buscarse de cualquier manera “los cinco millones de pesitos” que cuesta la operación para aumentar el tamaño de los senos, que le permitirá entrar en el paraíso de placer pagado de los capos de la droga.Sin un peso en el bolsillo, en compañía de Jéssica, una compañera de infortunio, pronto descubre que la soñada operación solo puede ser pagada con su cuerpo. Ese precio es el que fija un cirujano que le practica los implantes de siliciona que, luego se sabe, ya fueron utilizados un par de veces y que, en poco tiempo más, serán el origen de tormentos físicos y hasta morales. Precisamente, pasajes de la cirugía a la que la protagonista se sometió en la vida real son intercalados en el filme. Son una suerte de ‘truco publicitario’ en favor del especialista que practicó la intervención y que, de paso, ayudó a encontrar a la Catalina de la serie de ficción.Con “tetas grandes” empieza el despegue Catalina en el mundo derrochador y subterráneo de los narcos. Allí la descubre Marcial, un sanguinario y caricaturesco capo que se enamora perdidamente de ella y que para no perderla la rodea de lujos y excentricidades. El narco, bajito y casi calvo, incluso se las arregla para casarse con la adolescente.El ascenso dura poco, pues la mala calidad de las siliconas empieza a deteriorar la salud de la joven, quien pierde los favores de Marcial y es miembro de una familia cargada de problemas. Su hermano Byron deja el liceo y engrosa el ejército de sicarios. Su madre se enreda sentimentalmente con Albeiro, el primer novio de Catalina.Al descubrir que sin tetas -o si estas son de mala calidad- no hay paraíso, la jovencita empieza a no encontrar sentido a la vida. Comienza también a buscar un escape a su drama existencial. Así arma el escenario para que la mate un par de sicarios, de esos que se cobran vidas por unos pocos pesitos. Un charco de sangre es el epílogo de la película más atrevida de este país.La temática del narcotráfico y la prostitución ha sido uno de los ejes que más se ha explotado en la pantalla colombiana en los últimos años. El rodaje de esta adaptación inició en el 2008 y contó con una inversión de USD 2 millones. El filme se estrenó en Colombia el pasado viernes.