El bajista Rubén Luzuriaga lidera la banda quiteña de trash metal Deathweiser, que ha tocado en países como Chile y Colombia. Foto: cortesía de Rubén Luzuriaga.
“Dale al pueblo, lo que quiere el pueblo”. Rubén Luzuriaga aún recuerda el máximo consejo musical que su abuelo, Don Medardo Luzuriaga, le dio cuando iniciaba su carrera como bajista en la escena del metal nacional. El maestro lojano, que falleció ayer, 19 de junio del 2018, fue no solo un ícono popular del país, sino que extendió un legado sonoro en su familia.
Don Medardo demostró que se podía vivir de la música aun sin pretensiones económicas. Su ambición, en cambio, era la de acercar sus canciones al pueblo, a su público permanente. Así lo recuerda Rubén, líder de la banda ecuatoriana de trash metal Deathweiser, que vivió de cerca la vigencia de la orquesta Don Medardo y sus Player’s.
Cuando niño, cuenta, la influencia del compositor lojano le plantó la semilla artística. No deseaba ser músico, acepta, pues también atestiguó las ausencias que se crean en el núcleo familiar cuando inician las giras nacionales e internacionales. Pero la vocación lo alcanzó.
A los 14 años, el joven, que creció en el barrio América, en el norte de Quito, se convirtió en un fanático acérrimo de la banda británica de metal Iron Maiden. Vio un video de Steve Harris, ‘frontman’ del conjunto, interpretando la canción The Trooper y decidió iniciar su proceso de profesionalización musical. No dejó de tocar más.
Su abuelo acompañó el proceso. “Recuerdo su carisma, su gracia. Era una persona excéntrica y bromista. Cuando le dije que quería ser bajista, me aconsejó que practique escalas y esa, su frase ‘Dale al pueblo, lo que quiere el pueblo’ es un estatuto que llevo en mi propia banda para trascender en la música nacional”, cuenta Luzuriaga, de 24 años.
Aunque la cumbia andina marcó la carrera del compositor de canciones como Solo tú y Aguacerito, el rock clásico ocupó gran parte de su vida. “En su casa, debajo de los múltiples premios y reconocimientos que alcanzó durante toda su trayectoria, había una postal de The Beatles y Elvis Presley. Disfrutó de muchos géneros y me enorgullece haber compartido el gusto por la que, considero, es la mejor banda de la historia”, afirma el bajista.
“Dale al pueblo, lo que quiere el pueblo” es el consejo que Medardo Luzuriaga le dio a su nieto, cuando iniciaba su carrera musical a las 14 años. Foto: cortesía de Rubén Luzuriaga.
De hecho, el músico fundó Medarluz, una desaparecida casa de producción de discos de vinilo, que logró manufacturar discos emblemáticos del doom death metal sudamericano como ‘Silencio de Soledad de la agrupación Total Death.
Deathweiser, que penetró en la escena metalera en el 2013, pisando escenarios de importantes encuentros musicales del país como el Rock al Portón de la Casa de la Cultura, el festival de la Concha Acústica de la Villaflora y el QuitoFest, ha compartido escenario con bandas de alto calibre como Sepultura, Barón Rojo, Megadeth, Kataklysm, Suicide Silence y Megadeth.
Al igual que su abuelo, Rubén vive de la música. Ese, asegura, es el mayor legado que Don Medardo le dejó. “Primero, me enseñó que rendirse no es un pretexto. Si quieres llegar crear algo importante en la industria musical, tienes que entregar -literalmente- toda tu vida para conseguirlo. Él lo hizo”.
Lamenta no haber compartido escenario con su abuelo pero sí recuerda una presentación, una ‘chaucha’ en la celebración de una boda, en la que tocó como telonero de la orquesta.
Quizá la influencia de Don Medardo no suene a primer oído en ‘Prophecy’, el álbum debut de la banda metalera, pero lleva en su génesis las enseñanzas del maestro que -según considera Luzuriaga- es el músico más importante del Ecuador.
“Cambió la concepción total de la música en el país. Presentó composiciones como La Chonera, guiadas siempre por nuestras raíces. Su canto y su habilidad para tocar casi todos los instrumentos era innegable. Demostró que -simplemente- si alguien piensa que de la música no se vive, es porque nunca ha escuchado a Don Medardo y sus Player’s. Gracias, porque por él soy músico”, concluye Rubén.