Manuel Calixto (i) y Alex Cisneros, directores del filme: ‘A estas alturas de la vida’. Foto: Cortesía
Una propuesta teatral es la base del filme ‘A estas alturas de la vida’. Lo es por la primacía de un solo espacio para el desarrollo de la trama, por la trayectoria que antecede al elenco, por las relaciones que se tejen entre un grupo pequeño de personajes y –sobre todo- por la importancia que recibe el diálogo.
Las palabras, de un lenguaje entre lo coloquial y lo refinado –sin hacer lirismos excesivos-, se pronuncian como parlamentos pensados para escena; por ello y por la selección del blanco y negro en la fotografía –eliminando tonalidades distractoras- la atención del espectador reposa principalmente en el oído.
Y esta película –codirigida por Alex Cisneros y Manuel Calisto– justamente apunta a tal reacción del espectador. No son solo las voces de los dos amigos que se encuentran, como en una cita fijada tácitamente, en la terraza de un edificio en el centro norte de Quito, ni tampoco esa voz en ‘off’ que no se reprime al contar sus secretos; también está la voz del recuerdo, de las proyecciones a futuro, de la conciencia…
Si los personajes (a los que suma el rol interpretado por Sonia Valdez, como perspectiva femenina) no se destacan por su construcción física exterior, sí lo hacen por cómo sus sicologías se van desanudando charla tras charla.
La conversación parte de la situación existencial en la que se encuentran Daniel y Martín. A los 43 años, sus intereses y aspiraciones personales sufren los embates de las presiones sociales, a la conformidad y el quietismo se contraponen los recursos de la autoayuda como caminos de salida…Con la salvedad de que “el primer día del resto de tu vida”, de que ese “primer paso”, que plantea el filme no obedece a los designios del ‘new age’ y los libracos best-sellers; sino que roza lo cuestionador, lo macabro, la ambición, la necesidad, el riesgo.
El personaje de Alicia tercia entre los dos amigos y se mueve entre su apariencia superficial y la fatiga frente a su vida puertas adentro. Los tres buscan, a su manera, sobrevivir frente al mundo y sus condicionamientos. La crisis –etaria y/o social- que los rodea se abre a la seducción del crimen como una posibilidad… el hartazgo se vuelve desprecio y este, ganas de exterminio.
Si bien el juego de cámara distancia el lenguaje teatral del lenguaje fílmico –mediante el cierre de algunos planos y la elección de ángulos en determinadas tomas-, la atmósfera teatral, íntima, de contrastes se reafirma. Y para no caer en la monotonía, el montaje del filme ubica puntos de respiro, con flashbacks, representación de otros espacios y cortes a negro. Asimismo la inclusión del sonido ambiental suma para digerir las palabras, la reflexiones, los –escasos- acontecimientos.
El pasado de Cisneros y Calisto en la realización de cortometrajes se permea en ‘A estas alturas de la vida’ que no deja de ser un proyecto experimental, pero que, a la vez, va en contra del prejuicio que rodea a los ‘experimentos’ del cine ecuatoriano, sobre todo porque se ha pensado en la escritura (el guión-el libreto) antes que en la pretensión, en la palabra base antes que en el efectismo, en un anhelo narrativo antes que en el folclorismo y la denuncia.