En las redes sociales de EL COMERCIO hubo usuarios que reaccionaron de forma descarnada. En las notas de la versión digital alusivas al presunto maltrato de una mascota, este Diario no publicó las fotos explícitas de un perro colgado de una pata en el portamaletas de un automóvil en movimiento, ni las del supuesto responsable.
Casi de inmediato, internautas subieron en nuestras cuentas, de forma adjunta en sus comentarios, las fotos sin velar viralizadas en redes sociales. La respuesta desde EL COMERCIO fue eliminarlas.
También se borraron las fotos cuando, en el contexto del alza de las tarifas de taxis, usuarios de la Red colgaron memes de un asesino serial de los 80. Este Diario no publica fotos de detenidos o de muertes y por eso ha recibido mensajes duros desde los internautas.
Proteger a las víctimas, presumir la inocencia de las personas y ponerse en los zapatos del otro son premisas ineludibles en la puesta en escena de la violencia. La máxima es simple:respeto.
Sobre esto ya se ha gastado tinta. Los periodistas, los medios, no son jueces y siempre cabe hacerse una pregunta antes de difundir un hecho de violencia: ¿para qué?
Sí. ¿Qué se persigue con la publicación de tal o cual información de un crimen, de un asalto, de un maltrato?Las redes sociales son un insumo de información, sí, pero requieren de contrastación y manejo responsable. La mera divulgación de casos y muertes no construye seguridad.
Una cobertura responsable implica descubrir los contextos, explicar ¿qué se ha hecho para evitar esa violencia?, ¿cuál es la versión de las personas aludidas?, ¿cuál es el acceso de la población donde ocurren esas cosas a educación, salud, servicios básicos, etc.?
¿Por qué hacerlo? Porque determinar esos contextos, más allá del morbo, contribuye a la sociedad a determinar dónde intervenir y qué cambiar.
Y esa tarea periodística requiere no solo de capacidad para investigar, sino de sensibilidad para preservar la salud mental de los demás.