Una pregunta común que se hacen los dueños de las mascotas es qué saben sus animales de compañía sobre ellos. Esta misma duda se planteó Alexandra Horowitz, doctora en Ciencia Cognitiva en la Universidad de California en San Diego; y autora de dos libros como Dentro de un perro: lo que ven, huelen y saben los perros y El año del cachorro: cómo se convierten los perros en ellos mismos.
Esta publicación fue difundida el jueves 29 de septiembre de 2022 por los medios de comunicación internacionales.
La escritora en un artículo para The Atlantic, asegura que “la gente no solo se pregunta qué piensan sus perros, sino qué piensan de ellos, si ven a través de nuestros engaños o si sienten el amor que sentimos por ellos”.
Además, señala que pese a que desde la ciencia pocas certezas hay sobre el tema, los perros, por ejemplo, aprenden nuestros hábitos tan bien como para mostrarnos cuándo nos desviamos de ellos.
Los perros se expresan con acciones
“Anticipan nuestras acciones incluso antes de que nos demos cuenta de ellas. Y, sin embargo, no emiten ningún juicio, tan felices de verte en el baño como en la puerta, sin inmutarse ante tu desnudez o debilidad”, dice Horowitz, quien, como muchas otras personas, adoptó una perrita durante la pandemia, a quien llamó Quid.
Aparte de los ladridos, gemidos y gruñidos, para la autora los perros en su mayoría hablan con nosotros a través de acciones.
“Una pata en mi mano: una petición para seguir acariciándola. Volviendo la cabeza: una negativa, expresión de disgusto o disgusto. Cabeza apoyada en mi regazo: algo entre posesión y cariño. Todo perro aprende, observando, cómo llamar la atención de su persona para comunicarle lo que quiere”, dice.
Hay comunicación todo el tiempo
“Y nosotros -añade- si observamos cuidadosamente, podríamos ser capaces de dar forma a lo que llama la atención de estos animales. Antes de que un perro comience a ladrar para expresar un impulso urgente de salir, a menudo ha entrado para ver cómo estamos mientras nos fijamos en la computadora, nos mira fijamente, nos golpea la nariz con la pierna, soltamos un pequeño gemido y, si nada de eso, estos funcionan, salen con un ladrido”, explica. Por eso, si preferimos que no ladren, es mejor que estemos atentos al primer intento de comunicación.
Para la experta, el hecho de que los perros sepan algo sobre nosotros comienza cuando los acogemos, cuando los domesticamos hace muchos miles de años, y se extiende por su tendencia a prestar atención a nuestras caras. “No solo son muy buenos para mirarnos a la cara; también son expertos en leer esos rostros para obtener información sobre la mente detrás de ellos”, asegura.
Para ella, al mirar nuestras caras, los perros ven más que solo una serie de partes; parecen entender que nuestros ojos, y nuestras miradas, tienen un significado. Las miradas transmiten emociones, transmiten atención e imparten información. “Con menos de un año, Quid puede seguir mi mirada para encontrar la comida que se me ha caído, o asimilar rápidamente si estoy a punto de dirigirme hacia mis zapatillas o mi silla, para saber lo que sé, de alguna manera”, explica.
Hay lenguaje de culpabilidad y astucia
Al pensar en lo que sabemos, los perros se vuelven expertos en algunas astucias muy humanas. Un estudio encontró que los perros a los que se les prohíbe comer una golosina son bastante buenos para seguir esas instrucciones cuando una persona está en la habitación con ellos con las luces encendidas, pero es más probable que roben golosinas si las luces están apagadas.
Si la persona sale de la habitación, la mayoría de los perros estudiados en los diversos experimentos que les han pedido que obedezcan incluso en la ausencia de la persona, simplemente siguen adelante y desobedecen tan pronto como la persona se haya ido.
Cuando la persona regresa a la habitación -cuenta Horowitz- después de que los perros han sido desobedientes, estos pueden reaccionar de manera culpable, agachar la cabeza, mirar hacia otro lado, mover frenéticamente la cola entre las piernas, pero esta reacción, dice la experta, no es una indicación de su culpa por la desobediencia, sino de su sensibilidad a si pensamos que son culpables.
“Porque muestran más de esta mirada culpable cuando su persona piensa que ha comido la golosina, lo haya hecho o no, que cuando la persona piensa que no lo ha hecho. Nuevamente, los perros nos leen, y en este caso, nuestro lenguaje corporal inconsciente”, explica.