El peor bloqueo es el del poder

Pablo Barriga, la tarde del miércoles último, sentado en el patio de su casa ubicada en el norte de Quito, dialogó sobre la importancia de las minorías en los cambios sociales. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Pablo Barriga, la tarde del miércoles último, sentado en el patio de su casa ubicada en el norte de Quito, dialogó sobre la importancia de las minorías en los cambios sociales. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Pablo Barriga, la tarde del miércoles último, sentado en el patio de su casa ubicada en el norte de Quito, dialogó sobre la importancia de las minorías en los cambios sociales. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

En tiempos donde se levantan muros físicos e ideológicos por todas partes y en donde muchos grupos organizados usan la violencia para bloquear física y simbólicamente a las personas que pueden atentar contra sus privilegios, Pablo Barriga, uno de los artistas más destacados de la escena local, reflexiona sobre las consecuencias de los bloqueos sociales y sobre las posibilidades de vivir en una sociedad donde se generen más diálogos.

¿Cómo definiría el bloqueo social?
Creo que el bloqueo social puede ser ejemplificado de varias maneras. Está el bloqueo que se genera a través de paros, huelgas o manifestaciones. Algunas han defendido causas con las que muchos de nosotros estamos de acuerdo. Otras, por el contrario, solo han respondido a las presiones de grupos privilegiados por mantener lo que tienen. También están los bloqueos emocionales o intelectuales, como el de cortar las aspiraciones de jóvenes profesionales que habiendo estudiado no consiguen un trabajo acorde con sus conocimientos. Me parece que bloquear el espíritu del ser humano es de las cosas más nefastas que nos pueden pasar.

¿Todos somos propensos a generar bloqueos ­sociales?
En alguna medida creo que sí. Inconscientemente estamos bloqueando a otra persona porque no nos gusta o piensa distinto a uno. Para comprendernos mejor, creo que deberíamos entender que todos tenemos los mismos derechos y las mismas opciones para lograr lo que buscamos.

Entonces, ¿el bloqueo social en esencia limita nuestras libertades?

Sí, sobre todo aquel bloqueo que viene del poder de un gobierno, de un grupo social o de alguna élite. Por ejemplo, hay países donde los militares tienen un papel de bloqueo importante, como en Venezuela, donde han ayudado a legitimar la presidencia de Nicolás Maduro. También hay instituciones como la Iglesia, que se ha vuelto combativa frente a otras búsquedas espirituales o a personas con otro tipo de sensibilidad hacia lo divino. Creo que no hay peor cosa que el bloqueo que viene de los círculos de poder porque usan toda la estructura estatal para lograr sus cometidos.

¿Qué motiva a estos grupos a generar estos bloqueos?
Lo que los motiva es mantener sus privilegios. Piensan que se pueden ver afectados por los reclamos de las personas a vivir con mayor dignidad, o con un sueldo más acorde a sus necesidades. En algunos casos estos grupos no quieren ceder para beneficiarse ellos sino para que no se afecte a la imagen del Gobierno. Por otra parte, pienso en los jubilados del Seguro Social, que protestan porque están en una posición muy frágil y peligrosa.

¿La apertura es una salida al bloqueo social?

Puede ser una de las alternativas pero hay que recordar que el que bloquea no busca cambios. El que bloquea tiene la intención de que todo quede como está, no importa si se afecta a las personas.

¿Qué ayudaría a evitar el exceso de bloqueos sociales en los que vivimos?
Si existiera una ley divina que prohíba los bloqueos, seguramente todos oraríamos para que algún santo o divinidad nos escuche. Creo que, ante todo, es necesario generar un sentimiento de humanidad que nos permita pensar en las otras personas de una manera más generosa. Es necesario disminuir los niveles de individualismo que todos cargamos y pensar en todo lo que nos afecta como sociedad.

¿Cuáles son los bloqueos que más han afectado a la sociedad ecuatoriana?
Creo que uno de los bloqueos que más nos ha afectado como sociedad es el sesgo racista que aún tenemos. Todavía pensamos en qué tanto de blanco tengo y qué tanto de indio o negro podría ser. Otro de los bloqueos que nos ha afectado es la incapacidad de construir una democracia real.
¿En ese contexto, los consensos son una alternativa a los bloqueos sociales?
Sí, pero no a través de los consensos institucionales sino de los que se generan desde la propia ciudadanía en determinados campos. En este sentido las mal llamadas minorías están jugando un papel importante. Pienso en los ecologistas, los animalistas o la gente del movimiento Glbti.

¿Cree que el bloqueo social es sinónimo de caos?
Más bien pienso que el bloqueo es una muestra de que alguien sustenta el poder y que lo ejerce para su propio beneficio. Hace unas semanas tuvimos en la ciudad el caso de los taxistas que protestaron en relación con el alza de gasolina y de las medidas que el Concejo Municipal iba a tomar y la decisión de este gremio fue usar la fuerza para parar la ciudad. Creo que hay que repensar esta idea de que la mayoría tiene la razón. Pensemos cuántas veces la gente se ha equivocado en una elección. Es curioso leer lo del Brexit porque no se sabe qué va a pasar. Creo que los discursos políticos muchas veces generan bloqueos porque no dejan ver la pluralidad de visiones que puede haber alrededor de un tema.

¿Es necesaria una mayor participación ciudadana?
Creo que sí. La participación ciudadana nos permite generar una conciencia más colectiva. También, darnos cuenta de que muchas de nuestras preocupaciones, necesidades y anhelos son similares a los de otras personas. Pienso en las pequeñas organizaciones que hay en los barrios, o en todas las mujeres que se han unido para defenderse de los feminicidios. Estos grupos también han demostrado que las redes sociales no solo sirven para mostrar fotos sino para mantener vivo el interés por la defensa de sus derechos. Creo que en los actos mínimos uno puede encontrar una solvencia ética para ayudar a generar cambios en el mundo.

¿Puede pensar en bloqueos más sutiles, bloqueos más cotidianos?

Pienso en los bloqueos ideológicos. No encuentro mejor respuesta que señalar a la ideología dominante, entendida esta como el conjunto de ideas y percepciones que definen la realidad, y que la clase que detenta el poder y los privilegios impone en defensa de sus intereses. La ideología no es un bloqueo material, ciertamente, pero sí una distorsión interesada de la comprensión que tenemos de la realidad.

¿Cree que la globalización nos ha convertido en una sociedad más abierta o más bloqueada?
La globalización nos ha convertido una sociedad con más bloqueos, porque vivimos en un mundo que está basado en la información y no en la experiencia personal. Ahora se confía más en lo que dice Goo­gle que en lo que dice un experto o un especialista.

¿En qué medida el arte puede ayudarnos a generar sociedades con menos bloqueos?

El arte es importante porque tiene la capacidad de generarnos otros sentidos y otros significados. Funciona tanto intelectual como sensorialmente. Tiene una capacidad de expandir lo humano, sea como receptores o como productores. En Ecuador hay un programa muy hermoso que se llama Arteducarte, donde artistas trabajan con profesores y niños de escuelas fiscales. Muchos de estos niños ven este espacio con un pequeño tesoro de sus vidas. Quizá alguno en el futuro sea artista pero los que no, habrán tenido una experiencia que les cambió la vida. Pensemos, por un segundo, lo pobres que serían nuestras vidas sin el arte o la literatura.

¿Ha vivido los embates del bloqueo social?
Te cuento que con tantos años de trabajo tengo bloqueado el mercado del arte, o mejor dicho el mercado del arte decidió bloquear mi trabajo porque no encuentra una razón para comercializar a un artista que no tiene un estilo definido y que, entre comillas, no tiene una firma reconocida. Lo bueno es que ante un bloqueo uno aprende estrategias para evadir esas murallas que se levantan, o simplemente quitarle importancia a ese bloqueo. En mi caso decidí vivir como profesor y eso es lo que me ha salvado de no tener una actitud de frustración frente a eso.

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