Jorge Rivera, uno de los pocos artesanos tecnológicos, posa junto a sus creaciones. Foto: Paul Rivas/ El Comercio.
El sol brilla intensamente en el norte de Quito. En el interior de Cemexpo, en donde por cuarta vez consecutiva se celebra el Campus Party, el ambiente apenas está calentándose: aun hay espacios libres en las mesas y cables sin usar.
Nuevos asistentes siguen sumándose a los campuseros que ya han empezado a vivir la fiesta tecnológica. La mayoría aprovecha el internet para navegar, bajar contenidos o simplemente revisar sus redes sociales. Otros simplemente- absortos- se dedican a los videojuegos.
Entre ellos, en su mayoría jóvenes, resalta la figura de Jorge Rivera. Mediano de estatura, canoso y con arrugas que delatan que rebasa los 60 años de edad mira con timidez a quienes pasan y se detienen a admirar sus creaciones.
Es su primera vez en el Campus Party y está fascinado, no se lo imaginaba tan grande. Él trabaja en el campo del reciclaje de desechos electrónicos, gracias a lo cual ha logrado convertirse en uno de los pocos ‘artesanos tecnológicos’ del país.
Cuando la chatarra informática llega a sus manos desarma los aparatos y separa las piezas. Entre las que le ‘sobran’, es decir que no se reutilizan, escoge las que pueden servirle para construir sus artesanías.
En dos escritorios de madera adaptados para funcionar como repisas descansan los fascinantes objetos que durante tres años ha ido ensamblando Jorge. Automóviles de distintos modelos y tamaños, animales de aspecto futurista, bicicletas, motocicletas, helicópteros y robots forman parte de su colección.
Aunque están elaboradas con ‘basura’ electrónica- restos de impresoras, cables de cobre, lentes viejos de microscopios y partes internas de computadores, entre otros- las artesanías de Jorge atraen las miradas de los campuseros y curiosos.
El Campus Party se presentó como una oportunidad para el artesano, así sus peculiares piezas pasaron de estar almacenadas a un baúl en su casa- casi olvidadas- a ser vistas por los miles de asistentes que se espera lleguen a la cuarta edición del evento tecnológico más importante de Quito.
Jorge sonríe leventemente y cuenta, con la misma emoción de un niño, que él no utiliza moldes ni plantillas prediseñadas para armar sus creaciones. Las piezas desechadas son las que dictan la forma que van a adquirir sus objetos. De esta manera cada uno es único e irrepetible.
El artesano oriundo de Quito empezó construyendo un pequeño cañón, ensamblado únicamente por la acción de imanes y ha llegado a acumular un aproximado de 35 artículos. “Inició como un hobbie y solo trataba de unir piezas. Pensaba que otras personas lo hacían también y resulta que soy prácticamente el único el país que se dedica a esto” dice orgulloso Jorge.