En las Galápagos existen tres roedores introducidos que amenazan a la fauna: la rata negra, la café y el ratón casero. Foto: Cortesía / Parque Nacional Galápagos
Nueva Zelanda, un archipiélago aislado, era el hogar de 200 pájaros. Muchos de ellos, como el kiwi, perdieron la habilidad de volar a lo largo de las generaciones porque no tenían depredadores. Sin embargo, varias especies recientemente introducidas, como las ratas, armiños y zarigüeyas, ahora matan alrededor de 25 millones de aves nativas cada año. Así lo indica un informe de la revista Science.
A principios de esta semana el primer ministro de ese país, John Key, anunció que destinará USD 20 millones para erradicar, hasta el 2050, los tres mamíferos y otros cinco depredadores introducidos. Por ahora, los programas de erradicación se han llevado a cabo en islas pequeñas. Esos esfuerzos -apunta Science- han dado como resultado la eliminación del 90% de los roedores.
Otros lugares del mundo se han vuelto áreas libres de ratas. Tal es el caso de la isla Pinzón en Galápagos. En el 2012, un proyecto que costó aproximadamente USD 3 millones consiguió erradicar las ratas negras de la isla volcánica. Desde un helicóptero, bolas azules de veneno caían como lluvia sobre el bosque seco de Pinzón.
Los esfuerzos dieron resultados dos años más tarde. Washington Tapia, investigador de tortugas en el Parque Nacional Galápagos, cuenta que a finales del 2014, por primera vez en 150 años, nacieron, en Pinzón, las primeras tortugas gigantes en estado silvestre. “Antes las ratas se comían los huevos, y si estos llegaban a eclosionar acababan con las crías”, recuerda el investigador.
La desratización en Pinzón formó parte de un proyecto que empezó en el 2007. El Parque Nacional Galápagos, junto con la Fundación Charles Darwin, desarrolló una iniciativa llamada Proyecto Pinzón. Un plan de acción al estilo militar elaborado para matar a los roedores introducidos en tres islas: empezaron en Norte de Seymour (1,8 km2), después se movieron a Rábida (5 km2), y por último, a Pinzón (18 km2). Al igual que esta última isla, Rábida vivió sus momentos de gloria en el 2011 con la reaparición de Phyllodactylus galapagoensis, un reptil que se creía extinto desde hace más de un siglo.
De acuerdo con Danny Rueda, director de Ecosistemas de Galápagos, actualmente se calcula que hay un promedio de entre ocho y doce roedores por hectárea en el archipiélago. Existen tres especies: rata café, rata negra y ratón casero. Son depredadores que amenazan a 50 especies de las islas, muchas de ellas críticamente amenazadas. Se reproducen cada tres meses, comen los huevos de las tortugas, aves, iguanas y lagartijas; se alimentan de cactus pequeños; y compiten por el alimento y el hábitat de otros animales endémicos, tales como los cuatro roedores nativos que viven en las islas, dice Rueda.
La amenaza persiste y Galápagos, al igual que Nueva Zelanda, continúa en guerra con las ratas. El Proyecto de Restauración Ecológica de las Áreas Protegidas de Galápagos no solo busca erradicar a los roedores sino que también a otros animales, como gatos, hormigas o moscas, que han empujado a las especies endémicas al borde de la extinción.
Rueda explica que no existe un tiempo determinado para eliminar a los roedores invasores, pues si la desratización en una isla de 18 km2 fue un reto, lo será aún mayor en islas de más de 400 km2.
Al momento el compromiso es finalizar los estudios de riesgos que tendría la fauna galapagueña en la erradicación de las ratas, para el 2019. “Los roedores son uno de los principales problemas pero no son los únicos. Hay otras especies peligrosas”, dice Rueda.