En la zona suroeste de Peripa se conservan 20 hectáreas de bosque. Foto: Juan Carlos Pérez para El Comercio
En la comuna Peripa se preserva un bosque primario. Los comuneros no han dejado que se talen los árboles para sembrar plátano y orito.
La población de esta comuna tsáchila, ubicada en Santo Domingo, se dedica en un 80% a la agricultura. La mayoría de bosques y áreas verdes han sido reemplazados por cultivos.
Aidé Calazacón, una de las moradoras de Peripa, afirmó que de las 50 hectáreas de bosque que tenía la comuna en la zona suroeste, ahora solo quedan 20. De esas, cinco son cuidadas por el grupo cultural comunitario Kelaparo.
18 niños y jóvenes buscan preservar las plantas ancestrales y endémicas de esa zona. Ellos afirmaron que el bosque siempre ha sido una especie de farmacia natural donde encuentran más de 60 plantas con las que elaboran remedios en los consultorios tsáchilas.
Pero el descuido del bosque y la deforestación en otras áreas de la comuna -donde se usan fungicidas y químicos para el cultivo- hizo que el pequeño bosque sufriera cambios repentinos. Los pájaros -por ejemplo- dejaron sus nidos; para observar a animales como el armadillo se debía caminar más de una hora hasta el corazón del bosque.
Eso motivó a los jóvenes para tomar medidas urgentes como repoblar los senderos, árboles nativos como el de achiote o el tadeé, que tiene la forma de una serpiente. También sembraron árboles maderables.
Según Calazacón, los grandes árboles protegen a las plantas medicinales porque les dan sombra y eso permite que se recarguen de las energías de toda la naturaleza y no solo del sol. “A veces hay remedios que no funcionan y eso tiene que ver con la siembra y el cuidado que ha tenido el chamán en el bosque”, cuenta.
Esas tareas de reforestación constante han sido fructíferas porque los animales han regresado al bosque. Una de las especies es la culebra, que en el idioma tsa’fiki es conocida como sayamá.
Según el guía nativo y chamán Agustín Calazacón, en la antigüedad las serpientes vivían en los techos de las cabañas tsáchilas. Por lo general, los antepasados construían sus cabañas en áreas frondosas con vegetación a la mano, que le permitía al chamán curar muy rápido las enfermedades.
Las culebras vivían en árboles muy cercanos a las viviendas para proteger a las familias de las malas energías o espíritus de chamanes malvados.
Solo los hombres más sabios de la nacionalidad podían domarlas y se les conocía como los sayamá. Pero la tala de árboles y la colonización hicieron que las serpientes y culebras se alejaran de la nacionalidad.
Aidé Calazacón afirmó que el cuidado del bosque ha sido importante para que los jóvenes también aprendan sobre las costumbres y tradiciones como el calendario lunar, que es una guía para cuando el chamán quiere extraer plantas nativas. Además, aprenden sobre la historia de la comuna.
De hecho, el nombre del proyecto se lo colocó en honor a una cascada de Peripa, donde los chamanes más poderosos se comunicaban con los feroces tigres para aprender sobre la naturaleza y así curar enfermedades. Cuenta la leyenda que estos felinos se escondían en el bosque y probaban la valentía de los chamanes al ir a buscarlos. Solo los más fuertes podían encontrarlos. Los jóvenes tienen el proyecto de crear un sendero que emule al trayecto que recorría el sabio.