El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, hace gestos mientras asistía a la ceremonia de inauguración de la bandera en el Palacio Alvorada en Brasilia, el 15 de julio de 2020. Foto: AFP
El gobierno de Jair Bolsonaro cambió el tono de su discurso sobre la preservación de la Amazonía brasileña ante la fuerte y repentina presión de inversionistas que le reclaman más esfuerzos contra la deforestación, aunque ahora tendrá que pasar a los actos para convencerlos.
El simple hecho de que el vicepresidente Hamilton Mourao, a cargo del Consejo de la Amazonía, se comprometiera el miércoles a “reducir a un mínimo aceptable” la deforestación y los incendios en la mayor selva tropical del planeta se ve como una pequeña revolución.
Hace poco menos de un año, Bolsonaro se mostró desafiante cuando la comunidad internacional, con el presidente francés Emmanuel Macron a la cabeza, se alarmó al ver que la Amazonía, un “bien común de la humanidad”, era devorada por los incendios.
El mandatario ultraderechista trató de minimizar el problema y denunció un complot “colonialista” que amenazaba la soberanía de Brasil.
Pero cuando representantes de fondos de inversión que manejan cerca de 4 billones de dólares amenazaron el mes pasado con dar la espalda a Brasil, Bolsonaro se mostró más cauto en su respuesta.
“Ahora la presión no viene de un jefe de Estado, sino de inversores, y eso cambia las cosas”, dijo a la AFP André Perfeito, economista de la consultora Necton.
Durante una videoconferencia la semana pasada, los representantes de los fondos expresaron sus preocupaciones y el vicepresidente Mourao reconoció que las lindas palabras no eran suficientes.
“En ningún momento los inversores se comprometieron a invertir, ellos quieren ver resultados, una reducción de la deforestación”, dijo Mourao tras la reunión.
“Sin plan concreto”
La amenaza de los inversionistas fue tomada muy en serio por el gobierno, más que nunca necesitado de fondos para reimpulsar una economía fuertemente golpeada por la crisis del coronavirus.
“Para salir de la crisis, el gobierno cuenta con las inversiones extranjeras, muy importantes para una serie de áreas como saneamiento e infraestructura”, señala Rubens Barbosa, ex embajador de Brasil en Estados Unidos y director del Instituto de Relaciones Internacionales y de Comercio Exterior (IRICE).
Casi una veintena de exministros de Economía y ex presidentes del Banco Central de Brasil advirtieron esta semana en una carta abierta que la falta de esfuerzos contra el calentamiento climático podría tener consecuencia “mucho más graves que las de la actual pandemia”.
Los defensores del medio ambiente no se hacen mucha ilusión sobre el cambio de discurso de un gobierno que ya se dijo dispuesto a abrir territorios indígenas y reservas naturales protegidas para la explotación minera y de la agropecuaria.
“¿Cuál es la meta? No existe. ¿Cuál es el presupuesto? No existe”, critica Marcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, que reúne a ONG’s que combaten el calentamiento climático. “No hay ningún cambio de conducta que nos dé un mínimo de esperanza de que el gobierno va a cambiar de postura”, agrega.
Las cifras revelan una deforestación récord en el primer semenstre de 2020, un 25% superior a la del mismo periodo de 2019.
En mayo, el gobierno desplegó a las Fuerzas Armadas en la Amazonía para combatir los incendios que la arrasan cada año, en la estación seca.
Sin embargo, el vicepresidente Mourao reconoció que las operaciones se iniciaron “muy tarde”.
El resultado es que Brasil tuvo su peor mes de junio en 13 años por los incendios en la selva, generalmente causados por agricultores que queman la maleza en zonas deforestadas para cultivar la tierra o alimentar al ganado.
“A contracorriente”
La ministra de Agricultura, Tereza Cristina, aseguró recientemente que Brasil “no necesita” deforestar la Amazonía para desarrollar el inmenso potencial agrícola que lo hacen uno de los graneros del planeta.
La ministra, una defensora ardiente de los intereses de los gigantes del agronegocio brasileño, es consciente de que el sector depende de las exportaciones hacia países que cada vez son más reticentes a comprar productos vinculados a la deforestación.
Una quinta parte de las exportaciones de soja y carne vacuna de Brasil a la Unión Europea (UE) proviene de tierras deforestadas ilegalmente, según una investigación publicada el jueves en la revista estadounidense Science.”Brasil no se puede aislar, es necesario que se adapte a los cambios de percepción del mundo sobre los temas ambientales”, alerta Rubens Barbosa.
“Nunca se cuestionó la soberanía brasileña sobre la Amazonía (…) El propio acuerdo con la Unión Europea [y el Mercosur] tiene un capítulo sobre desarrollo sustentable y el gobierno de Bolsonaro lo aceptó”, agregó.
“El mundo cambió, pero quien no captó ese cambio y viene nadando a contracorriente es el gobierno de Bolsonaro”, afirma Marcio Astrini.