Sospecho que la verdadera inteligencia es la compasión. Que por ejemplo: cuando dos infelices caen en la trampa de discutir sobre el eterno conflicto entre Palestina e Israel, si no son un par de fundamentalistas hechos el uno para el otro, terminarán del lado de la población civil que –sometida por el eterno negocio de la guerra– ruega a Dios que no le llegue la muerte. Más de 700 palestinos han sido asesinados por el ejército israelí. Pero cuando los israelíes eran atacados (y hasta hoy han muerto 35, y un solo muerto es demasiado: el que mata una vida mata el mundo entero), nuestra Cancillería echó a andar un amañado comunicado en el que condena “los actos de violencia y terrorismo ocurridos contra el territorio israelí afectando la vida e integridad de la población civil”.