Un lector empedernido de poesía. Nada rimbombante, sin la pedantería intelectual tan común en el medio. Un hombre bastante solitario, que trabajaba en su casa, entre cientos de papeles, galeradas y libros. Así recuerda Marianne Ponsford a Nicanor Vélez (Medellín, 1950-Barcelona, 2011).