La música académica ecuatoriana no volvió a ser la misma luego de 1984. Hasta entonces, el nacionalismo local había visto a la Sierra como fuente predilecta para nutrir el alma musical. Pero fue con la aparición de 'Iwianchi', partitura de Marcelo Ruano y Jorge Campos, cuando el espectro de la composición hecha en el país miró a la región Amazónica como un terreno inhóspito, lleno de sonidos y leyendas a ser inmortalizadas en las líneas de un pentagrama.