El arte pictórico del Greco y su extravagante estilo de representar la figura humana fue explicado por Gregorio Marañón, en 1956, como una anormal manifestación de la sensibilidad del pintor debido una “embriaguez de divinidad”, un estado semejante a esa pasión mística que sacó de quicio a obsesos de Dios como Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. Luego de su muerte (1614), la pintura de Domenikos Theotocópuli, el Greco, fue paulatinamente rezagada hasta que los románticos, proclives a lo insólito, vieron en él a un genio “fou”.