Desde su irrupción en la política, su triunfo y su llegada a la Casa Blanca no hay un solo día en que Donald Trump no haga noticia.
No cabe duda que ser el hombre más influyente de una nación en torno a la que ha gravitado la historia contemporánea ya es un factor suficiente.
Pero las noticias de Trump, no son, desafortunadamente las mejores, especialmente para los latinos ni para los norteamericanos de origen árabe o los residentes con religión o tez supuestamente ‘extraña’.
Mientras Trump juega en el tablero de la gran geopolítica partidas de ajedrez simultáneas con el líder chino, el zar ruso o se reúne con el mandatario japonés, entorno a México la postura de fuerza anuncia un próximo jaque mate. La situación, como se ha dicho, es peor para quienes quieren ingresar a Estados Unidos y registran un origen que al Presidente de tez rosada y rubio copete le parecen peligrosos.
Nadie desconoce los efectos letales de los ataques terroristas en buena parte de Europa, la violencia del integrismo musulmán ni el dolor de los actos brutales de las Torres Gemelas pero esta sobre reacción se pasa.
El nada atinado anuncio de la guerra al terrorismo musulmán para acabarlo luce tan audaz como improbable de cumplir.
Frontera adentro en Estados Unidos se vive una tensión especial. El intento de impedir ingresos, las protestas de personas con pasaporte estadounidense y origen árabe o religión islámica no se han dejado esperar.
Además se libra una batalla fundamental en un país que se enorgullecido de ser ejemplo del Estado de derecho y los equilibrios de poderes. Los jueces, con la ley en la mano, los derechos de las personas y el poder acumulado por el líder populista y aislacionista llevan un pulso aparte día a día.
Las páginas de los diarios, que el Presidente confronta, como todo populista con tintes de caudillo; los noticieros de Univisión o CNN, tocan el tema a diario. Las noticias no son alentadoras y el futuro, incierto.