Frase atribuida al compositor checo Antonín Dvorák (1841-1904): “Estoy convencido de que el futuro de la música de Estados Unidos debe estar basado en lo que se suele llamar melodías negras. Estas pueden ser la base para una original escuela de compositores. Estos bellos y variados temas son el fruto de la tierra. Son las canciones populares de vuestra tierra, y vuestros compositores deben centrarse en ellas”.
Así definió el gran compositor a la Sinfonía número 9, del Nuevo Mundo, compuesta y estrenada en 1893 durante su estadía en ese país. Dvorák se interesó en la música de los aborígenes y en la espiritualidad de los afroamericanos para componer una de las mejores piezas del repertorio sinfónico mundial.
Con esta sinfonía debuta la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE), el 8 de junio, en el teatro Gran Colombia de Ibarra, tras varios meses de ausencia de los escenarios debido a una ‘cirugía de alto riesgo’ a la que fue sometida el principal referente de la música académica de la capital. El proceso de audiciones para evaluar el nivel de los músicos fue guiado por cinco expertos que ratificaron a la mayoría de integrantes.
Dirigida por la maestra encargada Andrea Vela, el repertorio incluye además una obertura sobre temas de Rusia y Kirguistán, de Dimitri Shostakovich (1906-1975) y el poema sinfónico Los preludios, de Franz Liszt (1811-1886). Después de Ibarra, la Orquesta se presentará en Quito el 10 y el 11.
La disputa quedó atrás, el propósito ahora es convertir a la OSNE en un referente internacional cuando termine de reestructurarse con la selección de un nuevo director y la contratación de músicos para subir de 70 a por lo menos 100 el número de sus integrantes.
El proyecto parece ambicioso, pero si no se piensa en grande jamás se alcanzará nada. Todas las orquestas deben proyectarse internacionalmente, como lo hace, por ejemplo, Gustavo Dudamel con la orquesta Simón Bolívar de Caracas, quien se pasea por los principales escenarios europeos y hasta ha llegado a dirigir a la Filarmónica de Berlín.
Han sido más de cuatro meses de sequía musical. Los directivos buscan borrar un pasado de confrontaciones que se desató tras la separación abrupta del maestro suizo Emmanuel Siffert.
Quién sabe si algunos procedimientos no fueron los más adecuados para llegar a separar a un director reconocido internacionalmente por su talento, pero hoy es necesario dejar el pasado atrás y fortalecer a una orquesta que tiene medio siglo de vida dedicada a difundir la música de los grandes compositores universales.
En medio de tanto vértigo, la vuelta de la OSNE resulta alentadora. Para concluir, pido prestada una frase de la Orquesta del Estado de Sao Paulo: “Puede aplaudir’ la orquesta es suya”.