No pudo haber en América Latina una semana más borrascosa como la semana anterior. A través de todas las escalas geográficas y día tras día sin que faltara ninguno. Todo comenzó por el escándalo de la Ley expedida en la Asamblea de Ecuador, y llegó hasta su culminación cuando al modo de un enorme cristal que se rompe, en Brasil, hasta la terminación de la paz social, una especie de luna de miel entre la Autoridad y la sociedad del inmenso país: la mitad del continente meridional.
El documento jurídico ecuatoriano ha sido ya analizado en cuanto a sus aspectos principales. Múltiples especialistas han hecho así notar que ofende a los principios radicales de uno de los sustentos de la democracia y el Estado de Derecho. También se han puntualizado los matices que vuelven al documento como ilegal, ya que durante su tramitación se incumplieron requisitos esenciales dentro de la Asamblea y hasta se han mencionado aquellos criterios subjetivos y aleatorios que tornarían imposible una apropiada aplicación de sus normas. Entre estos rubros ha llamado poderosamente la atención, sobre todo aquello de “linchamiento mediático”. Por su parte el estallido en el Brasil no pudo llegar en un momento más inoportuno ni paradójico. Justo cuando los inefables organismos internacionales y la burocracia habían proclamado que Brasil se había convertido en el sexto país del mundo por su Producto Interno Bruto y que había rebasado al Reino Unido. También cuando estaban todos admirados que la actual Mandataria hubiera superado la popularidad interna del casi legendario Lula da Silva.
De esta manera, el “caso” más emblemático del llamado “Estado de Bienestar” reveló sus limitaciones y sus dislocaciones domésticas. De inmediato sociólogos y economistas se dedicaron a estudiar cómo esto había tenido lugar.
Entre las conclusiones más sagaces pudo incluirse que el núcleo de la protesta surge de una clase media que ha progresado ya bastante, pero ahora comprende a millones de jóvenes quienes definen y experimentan nuevas aspiraciones y anhelos.
En este sentido tiene especiales connotaciones, lo expresado los días anteriores en torno de los servicios públicos de mayor amplitud y que se vincula con problemas ya no solamente brasileros, sino también de otras naciones. Así ha cobrado característico relieve el asunto del transporte. Ya no se trata solo de la disponibilidad de éste, sino de la calidad del transporte que se ofrece.
Y naturalmente la cuestión es alusiva a los demás países latinoamericanos y hay que darle atenta consideración, lo que a su vez envuelve el tema fundamental del gasto público, las inversiones deseables y las que deberían rechazarse. Por supuesto que en la coyuntura brasileña la cuestión se relaciona además con el apasionante campeonato mundial de fútbol y de a poco, la realización de las Olimpiadas generales, las terceras que tendrán lugar en un país del hemisferio meridional.