No parece que le haya llegado la hora de defunción ala Constitución de Montecristi aunque sus inventores han hecho méritos para ello.
Destinada a durar 300 años, según los delirios de sus mentores, apenas pudieron, ellos mismos, empezaron a perforarla.
En todo caso el país cuenta con más de una veintena de constituciones y en unos años más es probable que se embarque en aprobar una nueva. Pero no por ahora.
Hay curiosidades como haber tenido constitución antes de ser República (en 1812 nació, al calor de la discusión en las Cortes de Cádiz, acá se alumbró, la Constitución Quiteña). Pero salta la vista y urge es una serie de reformas políticas puntuales.
Mientras una comisión que sigue los designios del fallecido Julio César Trujillo busca la fórmula para ir a una consulta popular, hay quienes piensan abreviar el camino, ir por la vía de una enmienda a acotar las funciones del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Un organismo de vergonzosa trayectoria durante el correísmo y que el cura Tuárez y su combo – a despecho de los consejeros sensatos – se ha encargado de hundir en el descrédito.
Para ello se sostiene que la idea de las tareas de designación que Montecristi asignó al Cpccs deben situarse en un senado y entonces se discute volver a la bicameralidad. Una Cámara de Diputados y un Senado.
Mientras ese debate avanza y toma cuerpo la Asamblea Nacional deberá afrontar con seriedad algunas reformas básicas en materia del Código de la Democracia.
Para Luis Verdesoto, destacado académico y vocal del Consejo Nacional Electoral hay varios temas indispensables.
Solo cito algunos de ellos: revisar profundamente el financiamiento de la política y los partidos. Las denuncias de dineros ilegales, los sobornos y la indigesta financiación que se está destapando poco a poco así los justician y plenamente.
Inquieta a Verdesoto la posible incursión de dineros sucios (¡narcotráfico, minería ilegal?) con el fin de incrustarse en el sistema y tener operadores políticos a su servicio.
Otro tema clave es aquel de limitar el desbarajuste y despropósito de partidos y movimientos. Más de 280 inscriptos en la última elección son una razón más que suficientes para organizar ese mapa y tirar líneas sobre una democracia más profunda madura y con lineas de pensamiento organizado de forma coherente.
Habría que revisar el método de asignación de escaños. El método D’Hondt propició el potenciar de forma desproporcionada al partido ganador y dejar sin representación, o reducido a su mínima expresión, las voces minoritarias.
Otro tema es la división por distritos electorales dentro de varias provincias. Hay distintos puntos de vista. Puede potenciar a las corrientes mayoritarias pero estudiosos como César Montúfar opinan que así se confiere representación a conglomerados que de otra forma serían excluidos. Todo está en manos de la Asamblea.