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Cuando se realizaba la feria taurina, como parte de las fiestas de Quito, la corrida de toros era un espectáculo serio, a veces trágico, en el que participaban figuras de la tauromaquia mundial; pero todo espectáculo serio es susceptible de una versión bufa o burlesca diseñada para provocar hilaridad. Ocasionalmente venían a Quito los enanos toreros que presentaban una versión de la corrida de toros en chacota o farsa. Divertían al público haciendo contorsiones, imitaciones y dramatizaciones de los pases más característicos de los toreros profesionales con un novillo que resultaba también una caricatura del toro de lidia.
La actividad de la Asamblea Nacional corre el riesgo de convertirse en farsa si llega a culminar la pretensión de muchos legisladores de aprobar el proyecto económico urgente enviado por el Ejecutivo sin una decisión de la Asamblea a favor o en contra, es decir por el ministerio de la ley. Solo hay tiempo hasta mañana para que los representantes del pueblo asuman la responsabilidad de legisladores y aprueben, rechacen o cambien la ley que modifica 22 leyes vigentes. Hasta ahora han hecho toda clase de maromas para eludir la decisión hasta que concluya el plazo legal y quede aprobado el proyecto por omisión. Lo más sarcástico es que todos desfilan ante las cámaras para decir que no debería aprobarse con esta estrategia irresponsable.
Ese proyecto de ley descuidado, improvisado, que crea nuevos impuestos, le quita autonomía al sistema de Seguridad Social, limita las atribuciones de la Contraloría, concede poderes excesivos al Banco Central, castiga a la construcción, vuelve con el impuesto a la plusvalía, elimina deducciones y otros excesos, ha sido cuestionado por todos los sectores; todos, incluyendo sus autores. El Presidente ha dicho que fue un error considerar a las entidades de la Seguridad Social como gubernamentales, el Ministro de Finanzas que hay que hacer cambios, todos los miembros de la Asamblea que no debe pasar por el ministerio de la ley. Y sin embargo, los presidentes de la Comisión de lo económico y de la Asamblea han hecho lo imposible para impedir que el informe llegue al pleno para el segundo debate; han convertido en farsa las atribuciones y los tiempos legislativos, simulan estar legislando con ademanes inocuos eludiendo un pronunciamiento claro.
Todos hablan como si estuvieran cumpliendo su deber de legislar, pero en realidad están desacreditando la actividad legislativa. Igual que los enanos toreros están convirtiendo una actividad seria en un juego de apariencias, en chacota. Después se preguntarán por qué los ciudadanos no se sienten representados, por qué desprecian la política, por qué prefieren elegir aventureros, por qué sospechan que cada voto corresponde a intereses personales que, por vergonzosos, no pueden exponerse en público. Los legisladores que no están de acuerdo amenazan ahora con destituciones y sanciones, pero sabemos bien que entre bomberos no se pisan las mangueras.