Uno de los varios temas de preocupación nacional tiene que ver con la disposición de la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES) para las universidades, de contar para el 2017 con el 70% de sus docentes con títulos de doctores o PhD (USA).
Es muy cierto que el país requiere un mejoramiento significativo de la calidad académica en general y superior en particular, así lo pensamos muchos ecuatorianos y seguramente los asambleístas recogieron ese pensar cuando en Montecristi en el año 2008, hicieron constar expresamente en el texto constitucional, la formación académica y profesional con visión científica y humanista, como finalidad de la educación superior, -artículo 350 -.
Como es verdad también que la globalización determina a la investigación científica y tecnológica, como elemento fundamental para incursionar en la toma de decisiones y solución de los muchos problemas que afronta el mundo actual, así como para mantenerse como país a la vanguardia del progreso y desarrollo.
Localmente pareciera que existe una seguridad de que la meta impuesta a las universidades ecuatorianas de contar con un 70% de doctores, como docentes, cambiará el rumbo de la educación ecuatoriana, garantizará una elevación del nivel académico, por mucho tiempo cuestionado, y permitirá igualarnos a países cuyas economías muestran fortaleza económica a través de sus indicadores económicos y sobre todo elevación del nivel cultural de sus miembros.
Al efecto, vale recordar que los problemas no se resuelven con leyes o decretos, todo lo contrario, aquello lleva muchas ocasiones a la búsqueda de situaciones que permitan burlar los mismos; de la misma manera los “cartones”, no han garantizado ni garantizarán per se el saber, el enseñar y el trascender, por lo tanto el énfasis puesto en cambiar las cifras de los doctores, como sujetos decisivos en la educación ecuatoriana, podría muy bien surtir el efecto inverso, esto es desvalorizar el concepto y el valor de los títulos doctorales, que por mucho tiempo han sido distinguidos, volverlos tan solo un fin. Hay elementos que no deben menospreciarse, como la experiencia y la praxis de principios y valores, como ejes transversales de la educación.
En el Ecuador hace falta más que una ley para mejorar la educación, hace falta reivindicar su concepto, como sinónimo de conocimiento, compromiso, ética, responsabilidad, que más allá de aumentar las estadísticas haga visible un país con alta formación académica sí, pero sobre todo con calidad humana, condiciones que nos liberen de vicios endémicos como la corrupción.