Todos sabemos de la tragedia que atraviesa Venezuela y todos esperamos que pronto termine. Siendo el país con las mayores reservas petroleras del mundo, en su momento con cuadros profesionales altamente calificados, con un mercado importante para los niveles de la región, con unas condiciones propicias para lograr el desarrollo, lo que vive en la actualidad es lo que se conoce como un Estado fallido. A lo anterior se suma la carencia de democracia, el autoritarismo, la desinstitucionalidad, la violación continua de los derechos humanos, un incremento de la pobreza y una rampante corrupción.
No obstante todo lo dicho, que debería ser más que suficiente para que el pueblo venezolano y el mundo entero a su lado reaccionen contra este implacable y torpe despotismo que ya lleva más de veinte años, sumados Chávez y Maduro, y busque una salida democrática, se producen situaciones inentendibles y que me llevan a preguntarme ¿Qué mismo pasa en Venezuela?
Hace pocos días se realizaron las elecciones legislativas para conformar una nueva Asamblea Nacional. Estaba claro que era un proceso manipulado, boicoteado por la oposición que se abstuvo de participar. Pero a este proceso solamente se acercaron a votar el 30 % de los electores, porcentaje bajísimo para una situación como esta en la que el gobierno controlaba totalmente el proceso. Es decir, Maduro demostró que no podía movilizar, a pesar de los mecanismos y ventajas de que dispone, al pueblo para respaldarle masivamente como él sostiene.
Una semana más tarde, fue la oposición la que convocó a sus seguidores a una consulta, cuyo resultado no podía ser vinculante, pero era altamente simbólico, para rechazar al gobierno, desconocer las elecciones legislativas de días atrás y requerir la mediación internacional a fin de implantar un régimen democrático y proteger a la población del drama humanitario en que vive. Y la participación popular, que se supone está descontenta en su enorme mayoría con la situación de su país en tanto huye a cualquier parte, fue solamente del 27%. ¿Cómo comprender esta contradictoria actitud? Menos de la tercera parte de los electores se manifiesta pacíficamente, sin mayor entusiasmo, con una expresión de resignación, de hastío y de decepción con lo que sucede.
Era esta una oportunidad única para alzar la voz contra el régimen, para deslegitimarlo en las urnas frente a la comunidad internacional, pero no fue así.
Lo de siempre: ¿podrán Biden y su equipo imaginar una alternativa efectiva, junto con sus socios europeos y latinoamericanos, a través del diálogo, para que Venezuela recupere la democracia y el desarrollo económico extraviados en esta aventura fracasada del socialismo del siglo XXI?