Gran momento para cambios sustanciales y replanteo de paradigmas. Parecería ser la circunstancia idónea para pensar no solo en la enfermedad y la muerte sino en la vida misma, en el alumbramiento. Desafortunadamente, sus actuales modelos son violentos en su mayoría; aquellos “naturales” parecerían irse olvidando en esta vida sin pausa, cuyas acciones se miden por su alta rentabilidad. Así, se ha establecido la cesárea programada; cómoda para el médico en términos logísticos y económicos (esperar y acompañar 14-20 horas de labor de parto “no es rentable”); cómoda para la futura parturienta traumatizada por la idea de un parto vaginal cuyo proceso poco o nada conoce.
Por ello, hay muchos ginecólogos que prácticamente han olvidado el cómo enfrentar un parto natural. Es más, el enfoque es tratar al embarazo como una patología, una enfermedad para atender y controlar. Esto supone –según las parteras o comadronas profesionales- una perturbación al proceso natural de parir cuyo modelo, reclaman, debe ser fisiológico y holístico, incluidos los afectos y las emociones en el proceso mismo de crecimiento del feto, en su expulsión al mundo y en los meses iniciales de amamantamiento. El dar la vida no puede ser, me permito añadir, un evento puntual hospitalario.
Lo sorprendente de todo esto es que, nuevamente, nuestro país está muy atrasado con respecto a las propias recomendaciones de la OMS; unos 30 años, dicen los integrantes del colectivo voluntario internacional “El parto es nuestro”, capítulo Ecuador, activos permanentemente desde hace unos 8 años en términos de comunicación y debate sobre este y otros temas relacionados. Susana Siavichay, la única partera profesional del Ecuador entrenada en México, comenta que Cuenca, por ejemplo, tiene uno de los índices de cesárea más altos en América Latina, 85%. ¡La citada Organización Mundial de la Salud ha declarado que una cesárea está justificada máximo en un 15% de los casos!
Otro renglón a considerar en Ecuador: formar parteras profesionales para acompañar el proceso; titularizar y legalizar esta profesión de manera urgente; generar desde el Estado programas educativos para padres. El parto natural debe ser una opción. No puede ser que las parteras (tradicionales o profesionalizadas) se mantengan en un limbo legal/alegal y que solo preparen, no acompañen, el alumbramiento de modo activo si la madre así lo desea. Estas matronas están entrenadas para reconocer una emergencia si la hubiere y hospitalizar a la madre.
Se trata de recuperar la dignidad y el valor de dar a luz en un ambiente seguro y afectivo integrando la presencia del padre, y permitiendo que la hormona del amor y la empatía, la oxitocina actúe en un momento liminal como este.