Cuánto se arrepentirán aquellos que decían “es una gripe más”, ya que se perdió tiempo valioso que se debía aprovechar para concienciar sobre la gravedad de la enfermedad, tomar medidas urgentes y planificar todo lo que estamos viviendo. Sin embargo, este no es el momento de acusar. Pasada la experiencia, la evaluaremos y aprenderemos de ella.
Sí, se perdió tiempo valioso, pero todavía tenemos algo, que hay que aprovecharlo al máximo. La mejor manera es aprender de los errores y de los aciertos de quienes están semanas delante nuestro y, en medio de la tormenta, dar los giros correspondientes, para organizar la crisis de manera asertiva.
Si Italia y España están donde están, entre otras razones, es por su demora en la toma de decisiones duras de control social para contener la difusión del virus. Les sobrevino el caos. China, al parecer, adoptó las medidas fuertes más rápido y en mejor momento que los países antes citados, y hoy ha salido de la crisis.
Tal parece, que la ruta china la estamos adoptando, por la ventana de tiempo que nos queda. Correcta decisión. Sin embargo, China pudo hacer semejante esfuerzo debido a sus enormes recursos económicos y técnicos con los cuales, por ejemplo, construyó un hospital en 10 días, y estableció un gigantesco operativo de control de la población aprovechando de una sociedad disciplinada por una dictadura poderosa de décadas. El modelo chino de alguna manera es: dirigencia clara y decidida, plata y autoritarismo. Estado poderoso y sociedad controlada a la fuerza.
Acá tenemos un estado débil, una democracia endeble y una sociedad tropical y no educada en la higiene ni en la emergencia y cada vez más individualista e irresponsable, lo que hace que la estrategia china, aparezca incierta.
Pero, la pandemia que vivimos, fenómeno brutal e imparable, hace que la gente cada vez vea que la muerte es un paso cierto e inminente. Esto genera la expansión del miedo, que con un manejo inteligente de la consciencia del desastre,
pueda revertirse el pánico en fuerza positiva.
El Gobierno, debe dotarse de más agilidad y credibilidad incorporando en calidad de asesores científicos a los mejores especialistas del país en salud pública y epidemiología, muchos de los cuales están en las universidades.
Y respecto a la sociedad, el Estado debe implementar todos los recursos legales para controlar al segmento díscolo de la población, pero sobre todo impulsar profusas y amplias campañas educativas para generar en la sociedad una disciplina consciente. Hay que sacar a flote todo lo mejor que tenemos en nuestro inconsciente colectivo, que se ha nutrido de una fuente católica que le enseñó a amar y proteger al prójimo y, de otra, de la cultura andina ancestral, que le enseña a trabajar en colaboración, en minga, en la complementariedad. Vamos desde nuestra cultura e historia a enfrentar y superar esta tempestad.