En esta pandemia del coronavirus, que ha atacado a Ecuador con singular violencia, es explicable que las autoridades dediquen todo su tiempo y esfuerzos a analizarla y combatirla. Pero el país requiere, al mismo tiempo, estar preparado para resolver los problemas estructurales una vez que se supere la pandemia. Ecuador, que ya venía afrontando una gravísima situación económica, especialmente por el déficit y desorden en las cuentas fiscales -herencia de la década perdida y del primer año de inacción de la actual administración – deberá tener listo el plan para reactivar la economía. No hacerlo, sería imperdonable y significaría condenar a los ecuatorianos a vegetar en medio de la escasez, pérdida de empleos y empobrecimiento general. La tarea, desde luego no es fácil. Al contrario, es compleja y demanda, en primer término, un acuerdo mínimo entre los principales actores sociales. Una suerte de “pacto de la Moncloa” adaptado al Ecuador.
Y en esta tarea, los centros de pensamiento -think tanks como los denominan en inglés- deben jugar un papel fundamental, pues de ellos deben salir las líneas maestras del ordenamiento y dinamización de la economía y los planes y programas específicos para alcanzarlas. Estos son, fundamentalmente, la Junta Nacional de Planificación, que en los 10 tenebrosos años correístas cambió su nombre a Secretaría de Planificación, Senplades, y dejando de lado su misión, se puso a órdenes de los caprichos y apetencias del caudillo, y la Dirección de Estudios del Banco Central. Estas dos instituciones han sido las fuentes de análisis de la economía y los problemas sociales y han señalado las vías por las que debían conducirse obligatoriamente las acciones del sector público y las líneas indicativas -no obligatorias – para el sector privado. Hoy han desaparecido las dos, o, al menos, no se conocen sus estudios y análisis. Sin su aporte profundo y metódico, no es posible superar la crisis y emprender el camino del desarrollo. Penosamente, Ecuador se distancia cada vez más de sus vecinos.
Tuve oportunidad – disculpas por usar por primera vez el yo en esta columna- de conocer y trabajar de cerca a la Junta de Planificación cuando fui funcionario de Cendes; y luego, como vocal de la Junta Monetaria, tanto del lado del gobierno, como designado -no representante – por el sector privado, disponer de los estudios del Banco Central para adoptar las resoluciones de la Junta. Y me consta la calidad de sus análisis y recomendaciones.
Igual que se procede para reflotar una empresa que está al borde del colapso, es indispensable formar dos equipos en el Gobierno: uno, dedicado a afrontar al coronavirus y sus consecuencias, y otro, a diseñar los mecanismos para desarrollar la economía, transformar los sistema e instituciones caducos, preparar las reformas legales indispensables y lograr el acuerdo nacional.