No es pequeño el auditorio del Centro Cultural de la Universidad Católica, pero este jueves desde minutos antes de las seis y media de la tarde, ya estaba lleno de bote a bote. Se trataba de la presentación del libro más reciente -no ese feo nombre de lanzamiento- escrito por el doctor Marco Proaño Maya.
Se llama, con título que fue criticado ese mismo jueves ‘Adultos mayores, la globalización de la injusticia’. Allí Marco Proaño –político, ex diputado, orador de fuste– reúne datos actualizados, criterios, testimonios de sus luchas, esta vez a favor de la población que envejece, y de su destino a veces digno y con más frecuencia trágico, según los diversos países del mundo.
De modo semejante a otras veces, Marco ya fue un verdadero ‘cruzado’ de causas como los derechos de autor, la organización gremial de artistas, las aspiraciones de los jubilados, etc.
Sin ánimo de resumir el libro ni autorizar para que se prescinda de leerlo, pues el diálogo vivo del autor y el lector resulta obligatorio, solo a modo de botón de muestra se copia: “El envejecimiento de la población puede ser considerado como una realización del progreso de la sociedad, pero puede convertirse en una catástrofe, si no se procede con responsabilidad desde los Estados y la misma sociedad’ Los adultos mayores son el sector más discriminado’ En la globalización (ellos) se quedaron en la periferia’ Se trata de la globalización de la injusticia”.
El acto mismo del jueves fue del todo singular: lo de la asistencia queda ya apuntado, pero además se registraron otros elementos nada comunes: sin que sea redundante, la maestría de la maestra de ceremonias; el desempeño musical de dos personajes excepcionales: para el piano, Paco Godoy, y para la trompeta, Édgar Palacios; los vívidos testimonios grabados de la señora Ana López, dirigente de los jubilados municipales, y del doctor Pablo Dávalos Dillon, personero de los médicos jubilados del Instituto de Seguridad Social y, quizás sobre todo, los discursos en vivo y en directo, que constaban dentro del programa.
Así el humor y el tono coloquial de Nicolás Kingman, quien confesó que estaba presto a “desjubilarse para los próximos 100 años”.
Una pieza sencillamente magistral de Francisco Febres Cordero, sobre las evocaciones de los años de su niñez que había suscitado el libro y los comentarios en torno de las campañas cívicas de Proaño Maya, así como de rasgos más notorios de la personalidad del autor.
Y, por cierto, el agradecimiento del homenajeado, quien estuvo presente a pesar del cercanísimo duelo familiar que le aquejaba. Con la mejor elocuencia y el más selecto estilo, Proaño Maya recordó episodios realmente significativos de sus luchas y comprometió el indeclinable compromiso con las mejores causas de la justicia integral.