Gran invento del capitalismo el papel higiénico, que aún los socialistas del siglo XXI lo respetan y lo utilizan… cuando les alcanza. En ciertos países a veces se presenta una demanda extraordinaria por la gran cantidad de menesteres innombrables de sus gobernantes que tienen efectos inmediatos en la población, a la cual no le queda más que utilizarlo. Designar al papel higiénico con ese nombre es, de veras, un eufemismo para señalar su innoble destino (eufemismo “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería duro o malsonante”).
Si se lo hubiera llamado describiendo su uso (como es el caso de la pasta de dientes, o el esmalte de uñas), aseguro que habría sido muy difícil su introducción como un bien de urgente necesidad en todas las casas.
Hablando en serio, el inventor de tan importante producto fue el estadounidense Joseph Cayetty, en 1857. Francia, unas décadas después, acogió este invento que fue considerado, en sus inicios, como “un refinamiento al alcance de todas las fortunas”, es decir, solo para pelucones. Si aplicáramos este criterio en nuestros días, llegaríamos a la conclusión de que los gobernantes de ciertas naciones, prohibirían su consumo por ser un artículo burgués, algo despreciable por su uso. Se abstendrían de los menesteres innombrables para no adquirir algo inventado en el imperio… o por no ser soberbios.
En sus inicios la publicidad del papel higiénico no fue la correcta, tardó en convertirse en un producto de real necesidad. No se señalaba el destino del artículo en cuestión. La población, hablamos de mediados del siglo XIX, estaba acostumbrada a no emplear las palabras precisas, ni un producto nuevo.
Todo cambió cuando los publicistas de esa época utilizaron a una niña en un anuncio, quien decía una frase anodina: “En casa de mi amiguita Leslie tienen una cosa preciosa, mamá, pero su papel higiénico lastima”. De ahí en adelante, se destapó el consumo del papel higiénico, y muchos gobernantes empezaron a hacer de las suyas, aplicando políticas que no solo lastiman, sino que también escaldan.
Ahora se culpa a los capitalistas por la escasez de este bien de urgente necesidad, cuando deberían preguntarse si su masivo consumo no se justifica por la cantidad de menesteres innombrables que ejecutan ciertos gobernantes, que afectan la salud de la población. La falta de productos básicos no es consecuencia de conductas empresariales, sino de malas políticas gubernamentales.
Si no hay arroz, harina, sal o cualquier otro bien de consumo masivo y primario, es por una falta de visión. Al no haber comida, el papel higiénico se utilizará en grandes cantidades para aminorar las consecuencias de ciertas decisiones, no por la digestión de alimentos.