En la columna “El juicio del circo” se alertó que, salvo un milagro, la suerte del presidente estaba echada, por ende, activada la potencial disolución de la desprestigiada Asamblea. Lasso, ha dado paso a la misma, frente a los votos ciegos y sordos motivados por las malas intenciones y no por las buenas razones; dado lo cual, cabe apoyar a fin de que la senda de desarrollo no pierda norte en el país. UNES, frotándose las manos, sintiéndose en alza y con posibilidades de ganar las cercanas elecciones, persistirá antes y después de las mismas, en limpiar el olor a corrupción que invade a algunos de sus miembros; elecciones en las que Lasso, en el supuesto poco probable de ser candidato, tendría bajas posibilidades. El PSC, la viuda de esta lectura, en su lamentable intento de recuperar protagonismo e influencia política, enceguecido por el ego, rencor y venganza, sin importarle para aquello aplastar los resquicios de democracia que aún quedan, la disolución le habría explotado en la cara, devaluándose y develándose de cola de león a tonto útil del correismo. Lasso, en cambio, optó por lo conveniente, saliendo inmune a la destitución en base a un forzado juicio político; pero no necesariamente airoso, ni victorioso. Vale reflexionar, ¿qué es lo realmente importante, esto es, lo que importa a una sociedad que desconfía, con sobradas razones, de los políticos y de manera particular del socialismo? La respuesta, a más de la seguridad por supuesto, es obvia: democracia, libertad y estabilidad; y en esa perspectiva, el mal menor pudo ser, la renuncia presidencial en aras de apuntalar esos tres ejes fundamentales (Democracia, Libertad y Estabilidad), decisión patriótica, valiente y trascendente – al tener a mano la disolución – que habría generado una relativa esperanza de estabilidad por los 2 años siguientes y quizás la posibilidad de llegar a buen puerto en base a un gobierno de concertación, y por ende abrigar vientos de libertad en el 2025 y no, las latentes cadenas socialistas en el 2023.