Ser Alcalde de la capital de la República es atractivo para el currículo de cualquier político. El cargo es relevante, aunque en la historia de nuestro país no ha sido una catapulta para lograr posiciones de mayor jerarquía en espacios públicos. Quito es una ciudad compleja de gestionar; es una capital en crecimiento urbanístico y con una cultura (o varias culturas) en ebullición. Además, es un polo económico nacional, lo que trae pros y contras.
Estas características hacen que aparezcan cuestionamientos sobre el perfil que debe tener la persona que liderará la próxima administración municipal a partir de mayo de 2023. Hasta este fin de semana ya se han anunciado al menos 12 nombres que terciarán en las elecciones seccionales de febrero del próximo año. ¿Qué demuestra esa atomización de la papeleta por la Alcaldía de Quito? Una respuesta obvia es que no existe un deseo de pensar en un proyecto de ciudad; detrás del número están estrategias políticas (válidas en democracia), pero que no corresponden a una actitud responsable con Quito y sus habitantes.
Nuevamente, según las previsiones, ganará una candidatura con un una pequeña diferencia de votos frente a sus rivales y -posiblemente- apelando al populismo. La consecuencia de ese panorama es que el resto de votantes no se sienta representado y aparezcan pugnas inútiles para el desarrollo de la capital. Sin embargo, desde la estrategia política esta es la forma más fácil de ganar la Alcaldía y 21 espacios en el Concejo Metropolitano. Queda de lado un proyecto real de ciudad.
El Distrito necesita urgentemente un liderazgo con una visión técnica a mediano y largo plazo. Existe una crisis institucional que se evidencia tanto en los temas más simples como en los complejos. Solo por tomar ejemplos, en las últimas cuatro alcaldías no han prosperado iniciativas estructurales para generar un crecimiento ordenado de la urbe. Los proyectos de ciudad requieren un líder más apegado a las razones técnicas que a las justificaciones y cálculos políticos, pero esa visión es difícil que entre en la agenda de los candidatos.