Columnista invitado
El feriado de la seguridad social se está convirtiendo en una bomba política. Por varios motivos.
En primer lugar, ha provocado la indignación y el rechazo de miles de ciudadanos. Más allá de las acostumbradas deficiencias del IESS, la mayoría de ecuatorianos se opone a cualquier metida de mano al patrimonio de esa institución.
La gente la considera una tabla de salvación frente a las imprevisibles vicisitudes de la política nacional. Las muchas experiencias negativas han hecho callo en la memoria ciudadana. Cuando nos impusieron la dolarización, los fondos de reserva que nos devolvieron no alcanzaban ni para un cebiche. Y nadie en su sano juicio quiere repetir la debacle.
Está tan consciente el Gobierno de la impopularidad de la medida que, previendo marchas multitudinarias de la oposición, ha convertido al 1 de Mayo en una batalla decisiva. Estrategia equivocada: si en sus mejores momentos, y con las arcas forradas de dinero, no pudo superar a las marchas tradicionales, mucho menos lo hará hoy con su popularidad en declive y sin billete. Ni con toda la propaganda del mundo. Las frenéticas llamadas a participar en la contramarcha oficial pueden convertirse en un búmeran: muchos confundidos asistirán a la convocatoria del FUT.
En segundo lugar, la aprobación de la mal llamada Ley de Justicia Laboral ha confirmado la ineptitud del Gobierno en el manejo de la economía. El común de los mortales se pregunta a dónde fueron a parar los gigantescos ingresos que ha recibido el Estado durante estos ocho años de correísmo, y por qué ahora quieren sacarles la plata a los más chiros.
En las paradas de buses –de esas que no frecuentan los altos funcionarios del régimen ni los dirigentes de Alianza País– el comentario más frecuente es que todo ha sido cuestión de tener harta plata para ser un buen gobernante. Así, hasta Tico Tico, dicen con sorna.
En tercer lugar, la ruptura de Avanza ha destapado la flacidez de la alianza oficialista. Una vez disuelto el matrimonio, los consortes se están sacando los cueros al sol. La forma como están ventilando las discrepancias en los medios de comunicación son dignas del más taquillero ‘reality’ show.
Lo más amable que les han dicho los asambleístas y dirigentes de Alianza País a sus exaliados azules es desleales, traidores, calculadores y oportunistas. Lo cual quiere decir que puertas adentro el repertorio debe ser impublicable.
Lo que más llama la atención en este ajuste de cuentas es el contraste entre la virulencia de los mandos medios de Alianza País y la benevolencia de Rafael Correa. ¿Simple táctica o diferencia de fondo? Por ahora el Frente Unidos, con el cual el Gobierno quiso proyectar una imagen de amplitud, queda reducido a una estructura de burócratas verde flex adornada con membretes políticos.