Ideas vs. billete

Navegando aguas abajo por el río Napo, en el último día del año, navego al mismo tiempo por las mil cuatrocientas páginas del mejor regalo que recibí en esta Navidad. El libro se llama 'Ideas' y es una historia intelectual de la humanidad escrita por un investigador de la Universidad de Cambridge, Peter Watson. No hay apuro: una historia que arranca con Lucy, que vivió tres millones de años atrás, requiere de un ritmo pausado, incluso sincopado pues uno puede entrar a la lectura por cualquier página. En cambio, la historia petrolera que se lee en las riberas maltratadas de este río de la Amazonía tiene menos de medio siglo y es de espanto.

Conocí Lago Agrio en los años 70, cuando el asunto despegaba y todos lo celebraban en El pez que fuma. Sí, el petróleo iba a traernos la felicidad, el desarrollo y la igualdad. Pero cuando navegué por el Napo, a principios de los 80, la fabulosa fauna oriental y los pueblos ancestrales empezaban a retroceder hacia el fondo de la selva. Y hacia allá avanzaban, obstinadas, implacables, cortando el aire con sus choppers o rugiendo por la vía Auca, las petroleras estatales y extranjeras en busca de más y más billete líquido.

Cuando todo parecía perdido para la Pachamama, se incluyó en la Constitución de Montecristi una idea revolucionaria, digna de figurar en el libro de Watson; a saber, que la naturaleza tiene derechos. Pero la aplicación de esa intrépida norma duró lo que un perro en misa pues chocó con la necesidad insaciable del modelo extractivista. Y aquí seguimos, destruyendo como país la riqueza ecológica más fantástica que el destino pusiera en nuestras manos. Perdón, en manos de esos pueblos a los que definimos, de una manera colonialista, como 'no contactados'.

Recostado en la hamaca de una hostería retomo la lectura de la gran inversión de los valores llevada adelante por el romanticismo, que demolió la noción de verdad absoluta 'en los ámbitos de la ética y de la política'. En cada párrafo hay un nuevo nombre, una nueva idea. Si la vanguardia fue alemana, el romanticismo francés fue la reacción a la Revolución francesa, y el inglés, a la Revolución industrial: frente a la miseria y el hollín de las ciudades se anhelaba la vuelta a la naturaleza ¡hace dos siglos! En la misma época, Wilhem von Humboldt, filósofo y ministro prusiano, hermano de Alexander y pana de Goethe, concibió la idea de la universidad moderna donde la investigación era la actividad principal. Y planteó que todos los profesores de colegio debían contar con título para poder enseñar, vinculando así la universidad con sus fuentes. Además, se introdujeron los doctorados, el grado más alto, basado en una investigación original. Cien años después el nazismo pondría fin a la era dorada del pensamiento alemán. La academia no pudo resistir a una ideología cargada de rencor, digo yo: hasta Heidegger, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, se afilió al nacionalsocialismo y nunca devolvió su carné.

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