Ser economista en el Ecuador es un oficio fascinante pues nuestra economía, única en el mundo por sus características DPP (dolarizada, petrolera y populista), es un apasionante objeto de investigación.
Por ejemplo, porque en nuestro país son verdaderas proposiciones tan poco intuitivas como la siguiente: “cuando el gasto público sube, los créditos bancarios bajan”. La exótica estructura de nuestra economía hace que exista una relación causal entre el gasto del gobierno y el crédito bancario, obviamente sujeto a que todo lo demás se mantenga constante en la economía.
El mecanismo de transmisión, que va de una variación de lo que el gobierno gasta a la contracción de créditos, es el siguiente: al subir el gasto público hay una transferencia de recursos hacia los consumidores que así tienen más plata para gastar.
En realidad no importa qué tipo de gasto suba, porque tanto con un aumento de sueldos como con más gasto en obras (obras que terminan en sueldos de obreros o ganancias de los empresarios), el hecho final es que los consumidores tienen más recursos y pueden gastar más. Cuando los ecuatorianos gastan más, también aumenta su demanda de bienes importados que, por estar dolarizados, no se encarecen por devaluaciones.
Al subir las importaciones, salen más dólares del país y la cantidad de dinero que está en el sistema se reduce. De esa manera, también caen los depósitos en los bancos, lo cual hace que esas instituciones presten menos, con lo que se cierra el círculo y pasamos de un aumento de gasto del gobierno a una caída del crédito.
Si esta proposición, bajo esas estrictas condiciones, es cierta, también es cierto que, si se baja impuestos (que tiene resultados similares a un aumento de gasto), también podrían bajar el crédito. Nuevamente, un tema que podría ser único a nuestro país por las características tan inusuales de su economía.
Una proposición como la presentada (o su variante de impuestos) tampoco es una condena, porque se cumple sólo sí nada más cambia en la economía. Por lo tanto, si la reducción de impuestos incentiva producir más, algunas de las consecuencias son distintas. Así, una reducción del impuesto a la salida de divisas tendría un efecto distinto a una reducción del IVA.
Lo mismo ocurre si el gasto público se destina a cuidar preescolares (que más tarde serán más sanos y productivos) o si se destina a construir refinerías inexistentes (que más tarde serán narco-aeropuertos).
En un futuro artículo se buscará analizar otra proposición, “cuando sube el gasto público, aumentan las tasas de interés” con una causalidad poco conectada con la presentada hoy. Hasta tanto, habrá que seguir disfrutando de la emocionante vida en un país DPP.