Las situaciones extremas dejan ver lo mejor y lo peor de los seres humanos y de las colectividades.
Nunca el mundo imaginó que viviría la amenaza-límite del covid – 19. Médicos, enfermeras, personal de servicio de las casas de salud y múltiples otras personas que cumplen su trabajo para ayudar a los demás dan muestras ejemplares de altruismo y solidaridad. Pero también hay especímenes de los otros, aquellos que siguen con su prédica de odio y oportunismo egoísta y tratan de pescar a río revuelto. En el país se muestran representantes de uno y otro lado. Entre los últimos, ¿cómo calificar al ex presidente prófugo que propone un sui géneris descabezamiento del actual gobierno para colocar al frente del Estado al ex vicepresidente que cumple condena de cárcel? ¿O al bombardeo de troles en las redes sociales para sembrar caos y desconcierto en medio de las gravísimas circunstancia por las que atraviesa la población, sobre todo la más vulnerable por sus niveles de pobreza y desprotección?
La magnitud de la crisis sanitaria y de la recesión económica exigen remar todos en una sola dirección para encarar las devastadoras consecuencias que se avizoran, por pérdidas de vidas humanas, deterioro económico y social. En realidad, se halla en juego la supervivencia de la nación.
En una reflexión acerca de la humanidad después del coronaviruis, el historiador y profesor israelí Yuval Noah Harari considera que las decisiones de los pueblos y los gobiernos en estas semanas determinarán la forma del mundo en los años que vienen, no solo en los sistemas de salud, sino en la política, la economía y la cultura. La humanidad deberá decidir si sigue el camino de la desunión o va por la senda de la solidaridad universal. Los Estados deberán elegir entre el aislamiento nacionalista o la solidaridad global, entre el ejercicio del poder totalitario o el empoderamiento de los ciudadanos propio de sociedades democráticas y abiertas.
También el Ecuador se halla en la encrucijada: deberá escoger entre el sálvese quien pueda y la sociedad autoritaria y discriminatoria en beneficio de unos grupos privilegiados o la solidaridad para hacer del combate a la pandemia una causa común.
El llamado de Cauce Democrático para abandonar diferencias y juntarnos colectivamente para luchar contra el coronavirus es absolutamente oportuno y tiene que ser escuchando. “Las consecuencias económicas, sociales y humanitarias serán devastadoras para los pobres, los sectores populares y medios e incluso para las familias acomodadas. Frente a tan calamitosos riesgos, es urgente evitar que la epidemia se propague, la pobreza empeore, mueran miles de compatriotas”, advierte este foro cívico de prestigiosos ciudadanos. Solo con una conducta solidaria y la mirada en el bien de todos el país podrá salir adelante.