León Tolstoi nació en la finca de Yásnaya Poliana (Campo Claro). Ahí residió por largas temporadas y escribió sus más afamadas novelas, La guerra y la paz y Ana Karenina. Ahí reposan sus restos.
Para llegar a la casa solariega hay que recorrer una larga alameda. En las habitaciones se exponen los muebles, libros y objetos personales del escritor. En las paredes cuelgan los retratos de sus hijas, pero el que más llama la atención es el de una joven muy hermosa, cuyo ensortijado cabello hace pensar que podría ser el de la hija de Alexandr Pushkin, el poeta romántico en cuyas venas corría sangre africana. Se dice que fue esta bella muchacha quien inspiró el personaje de Ana Karenina.
Tolstoi era una mezcla de campesino, filósofo y artista. Sus obras revelan un apasionado amor por la naturaleza y una extraordinaria inclinación al humanismo. Su mundo giraba entre los salones de la aristocracia, las tareas literarias y las duras faenas del campo que se había autoimpuesto. Algunos personajes suyos, ante todo Levin (de Ana Karenina) encarnan no solo las propias percepciones del escritor sino también sus ideas políticas y sociales.
Para entonces ya se había abolido la servidumbre, pero con dolor e impaciencia el pensador constataba que el campesinado permanecía sometido a la rutina de una existencia llena de limitaciones y miserias, propias de un régimen feudal que prolongaba su agonía.
Al mismo tiempo, le asfixiaba la banalidad de la ostentosa vida que llevaba la nobleza, indiferente ante el drama y la miseria del pueblo, una clase social que prefería hablar en francés y desdeñaba el ruso, y se regía por instituciones caducas.
Pero una tempestad, se cernía sobre los empobrecidos campos y ciudades. Con su fina conciencia social intuye que se avecinan cambios radicales. La incipiente industrialización conllevaba el crecimiento del proletariado, la clase que iba a romper con el pasado. Siente que la realidad lo supera, y que “un desconcierto interior le atormenta”, a pesar de que “reúne todas las fuerzas de su alma para encontrar solución”. Sus reflexiones le llevan a precisar dos conceptos de gran actualidad, la agricultura campesina y el bien común de la humanidad.
Vladímir Ilich Lenin, el líder bolchevique, escribió que las contradicciones ideológicas del conde Lev Nikoláievch Tolstoi no constituían una casualidad, sino la expresión de las contradictorias condiciones de la Rusia zarista. Por eso no dudó en bautizarlo como “el espejo de la revolución rusa”, un “artista genial que no solo ha producido lienzos incomparables de la vida rusa, sino obras de primer orden en la literatura universal.” La obra de Tolstoi fue un anuncio de la Revolución Rusa, que el 7 de noviembre cumple cien años, y cuyo significado histórico, en muchos aspectos, va más allá del marco capitalista.