Los cientos de muertos y desaparecidos; los miles de heridos, albergados y desplazados; las imágenes de la devastación y las demoliciones, trazan el panorama del duro esfuerzo nacional pendiente.
Al cumplirse una semana de una tragedia que entristeció y lastimó al Ecuador, solo la solidaridad humana ha sido el bálsamo para aliviar las heridas.
Se desnudó la falta de previsión ante las desgracias y la destrucción que la naturaleza ya nos mostró muchas veces. La improvisación en los sistemas constructivos, el irrespeto a las normas y la mala memoria sobre los riesgos en esta zona geográfica son parte del problema. El hombre tropieza dos veces con la misma piedra. Está escrito.
Luego de la respuesta solidaria y admirable de los rescatistas y la explosión de solidaridad y afecto por los damnificados, la tarea debe continuar.
El camino es largo. Durante un buen tiempo los heridos requieren atención y los pobladores de las distintas Zonas Cero (hay al menos tres) demandan agua, alimentos, cobijo.
Por eso es que la ayuda no debe cejar. La mano solidaria no debe limitarse a los elementos para la sobrevivencia sino dotar de miles de nuevas viviendas a los que se quedaron sin techo.
Debe venir la reactivación económica y la ayuda temporal. El bono de desarrollo humano para los afectados debe ser prioridad del Gobierno mientras resurge la economía. Es vital la restauración emocional y la reconstrucción física. ¡Levantémonos de las ruinas!