ElPresidente plantea un diálogo a sectores políticos, económicos y sociales de “buena fe” para determinar qué tipo de sociedad queremos, dentro del marco de equidad y justicia. El diálogo duraría tres meses, y luego se reactivarían los proyectos confiscatorios de plusvalía y herencias.
Hay aspectos del diálogo que no pronostican nada bueno. Las autoridades segregarán a los sectores entre los de buena y mala fe: los dados están cargados a su favor.
El diálogo tendrá lugar a la sombra de la espada de Damocles de los impuestos confiscatorios, cuyo efecto sería el fin de la acumulación de riqueza por los ecuatorianos. Eso no es diálogo. En estos tres meses el Gobierno buscará la máxima difusión de su mensaje político de lucha de clases, con el objetivo de dividir a los ecuatorianos y recuperar el control de las calles.
Bajo estos condicionamientos, el diálogo será solo una cortina de humo. Quienes se oponen a los impuestos confiscatorios encontrarán que el único camino que le dejan las autoridades es la confrontación.
Pero vamos al tipo de sociedad. A continuación, mi sugerencia de algunos de los que deberían ser sus ejes:
Una sociedad en que haya libertad de prensa, poder informarnos por el medio en el que más confiemos, sin ley mordaza. No tener que privarnos de televisión y radio para evitar ser inundados con propaganda oficial.
La justicia debe ser independiente. El Presidente no debe insistir en que los otros poderes del Estado estén subordinados al Ejecutivo.
Equidad: Es importante que la acción del Estado mitigue la extrema pobreza. La otra, que facilite las herramientas para que quienes quieran superarse, lo puedan hacer. Absoluto apoyo a la gran iniciativa del Gobierno de mejorar la calidad de la educación en todos los niveles. Falta por hacer en salud.
La sociedad debe propender a que haya crecimiento económico impulsado por la inversión privada, en el marco de un Estado que sirve a la población financiando servicios con los impuestos progresivos que ya existen. Esta sociedad facilita la rotación de élites y la reducción de la desigualdad, igualando hacia arriba y no hacia abajo como buscan los impuestos confiscatorios.
No creo en una concepción de equidad que signifique igualdad en la pobreza. En todo estrato social hay ciudadanos que bregan por superarse, y cuando pueden ahorran, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de su familia.
Querer confiscar el fruto de los que se esfuerzan es inducir a los ecuatorianos a no ahorrar, a que trabajemos menos, y a esperar que nos llegue nuestra cuota de la riqueza que el Estado confisca a los que acumulan patrimonio. Esto es receta para el estancamiento económico. Ese, en el fondo, es el problema de Cuba.
En el diálogo propuesto, ¿se admitirán estos planteamientos?
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