El 23 de noviembre pasado se celebró el Día del Economista Ecuatoriano; con él se revive la ocasión para reflexionar sobre el significado de la ciencia económica en el devenir social.
La profesión del economista es relativamente nueva en el Ecuador y ha adquirido autonomía al compás de los adelantos científicos, desde la segunda mitad del siglo pasado. Su evolución ha estado, además, ligada fuertemente a la influencia alcanzada en América Latina por las estrategias diseñadas a nivel mundial para alcanzar la supremacía económica de dos sistemas políticos de ideologías contrapuestas: el capitalismo y el socialismo. Se inicia así la formación de economistas en las universidades del país al amparo de un discurso apologético del crecimiento por la vía de la industrialización, con la consecuente vigencia de una ideología económica de corte capitalista dependiente.
La expansión del pensamiento de la economía capitalista mundial en la región influyó en forma determinante en la orientación de la formación de economistas cuya actividad profesional, en el sector público o en el sector privado, contribuiría a la reproducción de los modelos y estrategias que insertarían al país en las actividades primarias, proveedoras de materias primas, con desventaja en las relaciones de intercambio a nivel mundial y dependientes de la inversión extranjera.
La creciente complejidad de la economía a nivel mundial dio lugar al fortalecimiento de la investigación científica en la ciencia económica, y en el aparecimiento de nuevas especialidades para dar respuesta a problemas económicos específicos. Pero el creciente conocimiento de la economía alcanzado, reflejado en la apertura de cada vez más facultades universitarias para formar economistas, no fue capaz de evitar la mutilación de su carácter histórico, llegando a considerarla como ciencia neutral –y, peor, como ciencia exacta- frente a los conflictos generados por las diferencias clasistas resultantes de la desigual distribución de la riqueza en el país. Como consecuencia, el sentido vital de la economía ha sido mermado y se la ha convertido en una técnica útil para generar rentabilidad, utilidades, beneficios, éxitos individuales. Y el manejo de la economía del país continuará alineado a los dictados del poder político, apoyado por los infaltables funcionales a sus intereses.
Los economistas, con el dominio de las leyes y técnicas de la economía, somos llamados a profundizar el conocimiento de la realidad ecuatoriana y encontrar el carácter histórico y social de los hechos económicos que afectan al país. Se debe reforzar el sentido legítimo de la profesión, es decir ponerla al servicio de la sociedad y sus problemas, superando la sola consecución de la eficiencia, propia de la tecnocracia.
La formación universitaria que apunte a conectar a esta ciencia con la realidad nacional podrá hacer que el profesional de la economía sea un artífice de la búsqueda de nuestras verdades.