Aunque el triunfo de la oposición en las elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre abrió las puertas para un cambio de rumbo en Venezuela, eso, de acuerdo a los recientes acontecimientos políticos, no va a ser tan fácil.
El chavismo está haciendo todo lo que puede para bloquear ese proceso. Un primer capítulo de esto es el conflicto que hace pocos días se ha desatado entre el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), controlado por el chavismo, y la mayoría de oposición en la Asamblea Nacional. El TSJ ha declarado como nulos los actos del legislativo mientras se mantengan en funciones los tres diputados de la oposición que ganaron en el Estado de Amazonas pero que fueron impugnados por este mismo tribunal por supuestas “irregularidades en la votación”.
La oposición, con ello, no tendría los 112 diputados que se requieren para lograr una “mayoría calificada” (dos tercios de los 167) sino que estaría imposibilitada también de aprobar una serie de normas como la amnistía para los 75 presos políticos (entre ellos Leopoldo López) o incluso una ley que facilite la salida anticipada del presidente Nicolás Maduro.
Pese a que el pueblo venezolano ha manifestado su voluntad en los recientes comicios, el chavismo se resiste a ceder. Como es de suponer, el nivel de polarización y confrontación tenderá a aumentar, siendo ahora el escenario principal del conflicto no tanto las calles sino la sede del Parlamento. Aunque es lógico que la oposición haga lo suyo, es decir, tienda a debilitar políticamente al Gobierno desde la Asamblea, esta dinámica puede eventualmente agudizar la crisis económica y política que afecta actualmente a Venezuela.
La deplorable gestión económica del presidente Maduro, sumado a la caída de los precios internacionales del petróleo, se manifiestan no solo en los indicadores económicos sino incluso en la propia realidad. La tasa de inflación, según el Banco Mundial, superó en el 2015 el 150,4%. El déficit fiscal supera el 15%. Como si fuera poco, Venezuela está sumida en una profunda estanflación (crecimiento negativo del 4%, desabastecimiento de productos y alta inflación).
En lo político, la confrontación que ya ha comenzado a darse va a ser muy complicada que se canalice por la vía institucional. Si la oposición tiene mayoría en el Parlamento, el chavismo tiene el control del ejecutivo, los tribunales y otras instancias claves de poder.
La crisis de los gobiernos bolivarianos en la región es evidente. Sin embargo, el desmontaje de este proceso que terminó mermando la institucionalidad democrática y llevó a una amplia subordinación de las funciones del Estado al ejecutivo se está volviendo cuesta arriba. Y es que la refundación de las repúblicas a través de los procesos constituyentes no sirvió para consolidar la democracia sino el autoritarismo y concentración del poder.
Ese es el gran desafío que tiene no solo Venezuela sino también Ecuador.