La apretada victoria de Ollanta Humala en las elecciones presidenciales peruanas la cae como una especie de anillo al dedo a nuestro bienamado régimen. Luego de la también sorpresivamente apretada victoria en la consulta popular, el Gobierno puede intentar reclamar como parcialmente suyo un triunfo claramente ajeno. Y nuestra política exterior puede aspirar un poco de oxígeno, aunque no tan fresco y también de segunda mano.
Lo de una especie de anillo al dedo merece una explicación adicional. No se olviden de que el Régimen pensaba ganar holgada y épicamente la reciente consulta popular, como para agarrar viada e impulso hasta el final de los tiempos, como para saborear sin mayor discusión las mieles del poder absoluto y presumiblemente perpetuo. Después de la decepcionante victoria, sin embargo, el oficialismo sigue a la busca de nuevas causas querellantes, de enemigos a los que vapulear. Es decir, continúa en procura de vientos en popa. Así, la elección de Ollanta Humala le permite al Régimen argumentar que él es de verdad uno de los nuestros, un compañero, que la victoria en Perú en el fondo es una victoria de la Sudamérica solidaria y antiimperialista, que la espada de Bolívar camina oronda y resplandeciente por los chaquiñanes de América. (Aquí un espacio político contratado: ¿se imaginan ustedes al pobre Bolívar, tres metros bajo tierra y jalándose los pelos por tanto vejamen que ha sufrido en la última década?).
A la cuestionada política exterior también le caerá de perlas la presencia de Humala. Ahora lo podrán invitar a unirse a la dinámica Alba, a usar el siempre útil sucre como moneda de cambio, a visitar Caracas y a desempolvar sus viejos uniformes y boinas militares. El nuevo Presidente vecino será, posiblemente, un nuevo pero movedizo aliado. No se olviden, versados y versadas lectores y lectores de este espacio de opinión libre y democrático, que Ollanta Humala se vendió a sus votantes como un discípulo de Lula, el ex presidente brasileño, en vez de como un simple borreguito chavista a control remoto. ¿No será que el Humala que ganó las elecciones es el Humala en piel de borrego, el Humala con la máquina de mercadeo bien engrasadita?
Hay que tener en cuenta que estamos hablando del Ollanta Humala cero kilómetros, del Humala por estrenar. El que todavía no enfrenta los avatares e imposibilidades de la política peruana. ¿Qué pasará, hay que necesariamente preguntarse, cuando las cosas se deterioren, cuando las economías de uno o de los dos países se vengan abajo, por ejemplo? ¿Seguirá siendo Humala el compañero Humala, el de la lustrosa espada de Bolívar? ¿O el compañero Humala volverá a por Tiwintza?