Muchos recordarán aquella escena mítica de la película ‘El Abogado del Diablo’ (1997), en la que Al Pacino, que encarna a John Milton, el demoníaco socio de uno de los despachos jurídicos más importantes de Nueva York, le dice a su contratación estrella, Kevin Lomax (Keanu Reevs), “Vanidad, definitivamente, mi pecado favorito”.
He recordado esa frase estos días ante el patético desfile de candidatos presidenciales, que surgen de los rincones más insospechados para mostrarse como salvadores de la patria. En una contienda electoral, la irrupción de un payaso inteligente hasta podría resultar graciosa para incomodar o romper el hielo o el acartonamiento de otros candidatos, pero cuando salen en comparsa más de una docena de bufones dándose volantines, hablando estupideces y mostrándose como tontos de capirote para ganar un voto, lo que tenemos es un circo y no una elección presidencial.
Mirar al ex presidente Gutiérrez haciéndose el gracioso en redes sociales y posando amenazante con una bazuka en una parodia de pésimo gusto, es una de las escenas más aberrantes y denigrantes (para él mismo y para el cargo que ejerció) que se ha visto hasta ahora en el Ecuador republicano; y eso que hemos tenido verdaderos esperpentos en nuestra historia política.
Los otros miembros del elenco de candidados circenses, garabatos sin una gota de sangre en la cara, van como casi todos detrás de ese minuto de fama que les dará aparecer en la papeleta electoral, hacerse unas cuantas fotografías y salir unos segundos en televisión, y, por si fuera poco, embolsarse algo del dinero que reciben de aportantes o que les entrega el Estado a los candidatos por una disposición legal que debería ser eliminada de una vez por todas.
Por otro lado van los aspirantes más serios, aunque entre ellos también hay una dosis importante de soberbia, que no estaría mal si es que tuvieran alguna opción de ser elegidos, pero que al final, en la mayoría de los casos resultará muy costoso por la dispersión de votos que provocará su postulación.
Guillermo Lasso y Otto Sonnenholzner competirán seguramente por un mayoritario porcentaje de votación de centro derecha; los demás candidatos de la tendencia, unos más histriónicos y ambiciosos que otros, otros más petulantes que unos, serán parte del elenco de saboteadores del proceso electoral. En el otro lado el tablero aparece más o menos igual, con un precandidato serio como Gustavo Larrea y otro con posibilidades ciertas en el que el correísmo cifrará sus esperanzas para volver a meter las manos en la justicia y lograr la tan ansiada impunidad de su tribu, que hoy deambula dispersa y en fuga por el mundo.
El resto de candidatos de la tendencia, incluidos los indígenas que pretenden ir con uno o dos de los actores e instigadores del destrozo de Quito y de buena parte de la Sierra en octubre, contribuirán en primera vuelta con el boicot a la izquierda. “Vanidad, definitivamente, mi pecado favorito”.