Podría haberme tomado todo un año escribir una columna para intentar aproximarme, a través de las palabras, a la sombra oscura y torturada de quienes son capaces de ejecutar a personas inocentes; de matar a sangre fría a seres humanos indefensos que tuvieron la mala suerte de estar en el lugar equivocado, en el momento menos propicio.
Aún si me hubiera tomado todo un año no creo que hubiera sido capaz de encontrar las palabras exactas para describir o entender esa realidad brutal en la que viven los asesinos.
Así que sólo me limitaré a tomar prestadas las palabras que alguien dijo a propósito de la tristeza: “condición mínima del espíritu, lucidez máxima de la mente”. Esa lucidez que otorga el dolor moral debería prevalecer entre nosotros para que podamos entender los porqués de este trágico episodio.
¿Cómo es que los ecuatorianos hemos llegado a este estado de indefensión? Muchos más de estos hechos podrían suceder en el futuro y no sólo a periodistas en la fronteras. Ecuatorianos que ejercen toda clase de oficios y que viven en distintas ciudades del país podrían ser víctimas de crímenes iguales a los que sufrieron los tres compañeros de este periódico.
A pesar de la rabia y el dolor, hay una cierta apatía, un inmovilismo conformista que nos impide pensar y actuar con eficacia. Estamos, tal vez, intoxicados de tanta mala noticia, de tanta corrupción, de tanto quemeimportismo de los funcionarios de turno.
Marguerite Duras creía que, a fuerza de escribir, se podría llegar a entender una realidad, otra muy diferente que, en el fondo, nos negamos a ver. Se trata de una “realidad indecible” que, mediante una escritura obsesiva, se revelaría espontáneamente.
A ese modo de trabajo Duras le llamó “aproximación de la sombra interna”. La escritora francesa creía que todos tenemos un lado oscuro de nuestro carácter que debía ser iluminado a través de las palabras. Por eso, a Duras le parecía sorprendente que todas las personas no escribieran permanentemente.
Tal vez la roña que nos ha cubierto a todos durante los últimos diez años explique esa incapacidad que tenemos para la introspección. Tal vez sea porque aproximarse a esa sombra interna a través del lenguaje –“el más hermoso y disparatado sueño del hombre”, como dijo Efraín Jara– puede ser un ejercicio difícil que exige templanza.
O tal vez simplemente sea porque hay quienes están tan consumidos por esa sombra oscura que no pueden imaginarse la posibilidad de vivir de otra forma.
Si no logramos reflexionar sinceramente sobre la descomposición de la sociedad y las instituciones ecuatorianas, la muerte de Efraín, Paúl y Javier será infructuosa, como la de tantos otros compatriotas que también han sido víctimas de estas mafias.