El 22 de agosto de 1993 se suscribió, en Washington, el Tratado sobre Promoción y Protección Recíproca de Inversiones, en el que definieron el concepto de “inversión”.
Nos hallamos ante una sentencia (laudo) del Tribunal de La Haya que, entre otros descalabros, ordena que Ecuador deje sin efecto una sentencia expedida por la justicia nacional condenando a Chevron a pagar USD 9.500 millones para remediar daños causados por su antecesora Texaco, en la región oriental, al explotar petróleo.
De los muchos asuntos que tratarán los entendidos (interpretación, nulidad del laudo, etc.), hay uno, terrible: la Corte europea funda su disposición en que esta sentencia de 9.500 millones, fue obtenida a través de “fraude, sobornos y corrupción”. Chevron, a su vez, añade que Ecuador violó sus obligaciones bajo tratados, acuerdos de inversión y el derecho internacional.
¡Tras cuernos, palos!
El 5 de diciembre de 2017, se hizo pública esta información: “Ecuador pagará 380 millones a Burlington” (El Comercio). ¿La razón?: nuestras autoridades elevaron la renta sobre ingresos extras del precio vigente.
Y con motivo de reciente fallo sobre Chevron se conoce que nuestro empobrecido Ecuador afronta 36 procesos legales activos.
Buscamos, con urgencia, inversión extranjera. El Presidente Moreno estuvo recién en Japón tratando de interesar a inversionistas de ese país.
Acá, podemos argumentar, alegar y hasta maldecir a la justicia de la Haya, pero el baldón está sobre nuestra faz: en Ecuador expiden sentencias por fraude, sobornos y corrupción.
En el cálculo de posibles inversores, la sentencia sobre Chevron hará reflexionar al extranjero sobre la seguridad de sus nuevas inversiones; además de que estamos endeudados “hasta la coronilla” con extranjeros y nacionales por los más diversos conceptos.
¿Proyectamos la figura de “tramposos”?
Pero somos aptos para el teatro. Armaron el show: “La mano negra de Chevron”. Hemos gastado USD 80 millones en la campaña contra esa Compañía, con el ex Presidente Correa a la cabeza mostrando su mano empapada del negro petróleo y hasta trayendo a estrellas de cine, alquiladas, para que ayuden en la pieza teatral, pagándoles altas cantidades de dinero.
De alguna manera saldremos adelante de este suceso, pero debemos entender, por fin, que en las relaciones comerciales debe haber seriedad, cumplimiento y seguridad. Armar juicios para evitar el pago, solo trae las duras consecuencias que estamos padeciendo.
La viveza criolla solo surte efecto inmediato. Tras ella, llega la penosa realidad adversa.
Arribar al poder es para servir, no para engañar; y, menos, para enriquecerse.