Fue uno de los peores días de la historia. Atentados terroristas simultáneos y asesinatos de policías, concentrados en Esmeraldas y Guayaquil, respectivamente principal punto de entrada y salida de la droga. Una banda de narcotraficantes amenazó con una ola de violencia sin precedentes durante el feriado si el gobierno pretendía quitarles el control de las cárceles.
Los asambleístas del correísmo reiteraron que buscarían tumbar al gobierno. Una de sus voces cantantes es el jefe histórico de los Latin Kings, una de las bandas que comparten el control de la Penitenciaría del Litoral.
La Conaie se sumó al cargamontón: denunció la inacción del gobierno que ha conducido a un estado fallido. Justamente lo que caracterizó la actitud del gobierno ante el levantamiento de junio.
El presidente se sacudió. Decretó el estado de excepción en Guayaquil y Esmeraldas para frenar la violencia. El decreto trae 14 páginas de considerandos, lo que revela su preocupación que la Corte Constitucional eche abajo el estado de excepción, ya que ésta se opone a que las Fuerzas Armadas apoyen a la policía en la guerra contra el narcotráfico. Acto seguido el presidente trasladó a Guayaquil el mando de las FF.AA. y la Policía, y puso en marcha un operativo para tomar control de la Penitenciaría, lo cual logró. Las fuerzas del orden ejecutaron más de 3 mil operativos policiales y apresaron más de cien personas. No se materializó la ola de atentados que las bandas amenazaron. Los asambleístas del correísmo enmudecieron, al menos hasta domingo al mediodía, en que escribo estas líneas. Round ganado por el gobierno.
En estos veinte meses el ejecutivo ha sido vapuleado tanto por la Asamblea como por la Corte Constitucional y sometido por la Conaie. Las autoridades deben estar midiendo cómo la ciudadanía ha recibido esta sorpresiva muestra de energía. Sospechamos que el cambio de tónica ha sido bienvenido. Ojalá se animen a mantenerlo. Estamos al borde de la anarquía y se necesita un gobierno más enérgico.