El país supo de Ronny Aleaga, no por haber sido elegido como parte de la más vergonzosa asamblea legislativa del último período democrático, sino cuando se publicó la célebre foto de una piscina, en la que departía alegremente con ilustres representantes de los negocios torcidos de ayer, y de hoy. Esta semana, nuevas denuncias de irregularidades le han llevado a comparecer ante una comisión parlamentaria que, así dicen, va a investigarlas.
Eso de comparecer es un decir. En realidad, Aleaga se reunió con sus amigos para contarles su versión, exhibir el sufrimiento que le provoca la “injusta” persecución en su contra, dejar en claro que nada sabe y a nadie conoce y echar la culpa al que parece considerar como el único responsable de todos los males de la República: el presidente Lasso. Todo con el mismo risueño semblante que muestra mientras chapotea en Miami, junto a Leonardo Cortazar.
Exhibición de cinismo y desvergüenza, es lo menos que se puede decir de la intervención de esta “inocente criaturita”, que para salir avante repitió el mismo repertorio de justificaciones de cualquiera que es atrapado con las manos en la masa. A Cortazar no lo conoce, solo coincidieron en la piscina para hablar del clima, del fútbol y otros temas intrascendentes; fotos y videos no demuestran nada en su contra, pero son plenamente válidos para enlodar al actual gobierno; que en los audios solo se le mencionen durante unos segundos, parece ser prueba irrefutable de que nada tiene que ver con el asunto.
Negar padre y madre parece ser una enfermedad contagiosa entre los revolucionarios ciudadanos.
Hay que ser muy pendejo, o estar demasiado comprometido con Aleaga y sus negocios, para creer una palabra de lo que dice. Pero por algo le defenderán los que lo hacen.
Hace una semana escribí que tenía una molesta sensación de asco. Hoy Aleaga me ha hecho vomitar.