El mundo no sale de su asombro. El triunfo de Donald Trump es otra de las malas pasadas que le juega el sistema electoral norteamericano a los votos populares.
Hillary Clinton ganó en las urnas pero perdió en el complejo mecanismo de los votos electorales. El que gana en cada Estado se lleva todos los votos de este Estado sin representación para el perdedor, en consecuencia no es proporcional. Medio millón de votos más no sirvieron para derrotar al candidato más el antisistema de la historia de los EE.UU. La curiosidad puede ser la puerta a lo desconocido. Lo imprevisible.
No tengo memoria de manifestaciones contra el triunfador en una elección como las que se lanzaron a las calles en algunas ciudades de Estados Unidos estos días.
Debiéramos decir en voz alta como el periodista argentino Jorge Lanata: por favor no cumpla lo prometido.
Trump no solo derrotó a los demócratas en la contienda. También lo hizo contra el establecimiento de su propio partido. Acaso se aferran a la creencia de que las instituciones de ese país lo salvarán de la debacle frente a los exabruptos, sorprendentes en un discurso de campaña pero que pueden ser en extremo peligros si se convierten en actos de Gobierno.
Trump es un populista de tomo y lomo. Sus discursos racistas, anti latinos y anti musulmanes ya se tornan peligrosos no solo por la potencia de sus palabras – es el Presidente electo – sino por la constatación de que millones lo apoyaron.
‘Silvio Berlusconi resucitó’, dijo el primer ministro italiano Mateo Renzi, y basta recordar los episodios enojosos del magnate y ex líder italiano. Hay que estudiarlo y se verá en ese espejo como advierte el diario español, ABC.
Andrés Oppenheimer recordó el martes en CNN el estilo de Hugo Chávez. El primer día lanzaba una bomba noticiosa, en el segundo día se expandía y lo criticaban los líderes de opinión. Al tercer día culpaba a la prensa de haberle tergiversado (y de ‘cappo al fine’). El parecido nos lleva a pensar que este tipo de populistas no tiene límites, salvo aquellos físicos que levante en su propio muro para aislarse de la realidad. ¿Quimera o sueño admonitorio?