‘Este es un Gobierno que abruma, que aturde, que asfixia con su presencia, que no nos deja vivir un día sin que sepamos que está allí: a través de propaganda, vallas, cadenas, decretos, leyes, expropiaciones. No intenta gobernar, en el sentido cabal de la palabra, sino desorientarnos, impedirnos pensar, eliminarnos la capacidad de reacción. Esto tiene como objetivo obvio hacernos sentir que no hay alternativas, volvernos inermes. Aceptar pasivamente y desesperanzarnos”. Así describía hace pocos meses la situación de Venezuela Pedro García Otero en el diario El Universal de Caracas. Lo recuerdo ahora porque los resultados electorales han premiado con una dulce derrota a los opositores.
Los partidos políticos de oposición en Venezuela cometieron un error hace cinco años al negarse a participar en unas elecciones manipuladas creyendo que desprestigiarían los resultados. Se equivocaron porque la política no conoce el rubor y los pueblos padecen de Alzheimer. En esta elección corrigieron y se unieron para enfrentar al partido de gobierno. No obtuvieron la mayoría en la Asamblea pero le quitaron a Chávez la mayoría calificada que le permitía aprobar leyes orgánicas, obtener poderes especiales para legislar, designar magistrados del Tribunal Supremo, Fiscal General, Defensor del Pueblo, Contralor y miembros del Consejo Nacional Electoral. Por eso la derrota es dulce para la oposición.
Hugo Chávez no conoce ni quiere conocer la derrota, para asegurar la victoria se puso al frente de la campaña, utilizó los recursos del partido y los del Estado, aprovechó su dominio sobre los medios de comunicación y perfeccionó una maniobra electoral de origen estadounidense que consiste en cambiar las reglas. Es un truco viejo inventado por E. Gerry, gobernador de Massachusetts y por eso se le conoce como ‘Gerrymandering’, mezcla del nombre del político y la forma de mangosta del condado donde cambió las reglas para beneficiarse en 1812. Aplicando este ardid logró Chávez 98 diputados. La oposición solo 61 con el mismo número de votos. Chávez ganó, pero fue una victoria amarga porque él mismo convirtió esta elección en un plebiscito sobre su mandato y no alcanzó al 50% de los votos. El resultado es una amenaza para su futuro. Un lector de El Universal dijo con humor y perspicacia que se cumplirá la profecía del fin del mundo en el 2012, del mundo chavista, claro.
Muchos analistas ven con sobresalto que los populismos socialistas van ampliando el control sobre las instituciones y se preguntan si será posible un final democrático para caudillos triple A: Audaces, Autoritarios y Antidemocráticos. Frente a los resultados de esta última elección dirán los optimistas que los pueblos siempre despiertan a tiempo y los pesimistas que los opositores consiguieron la victoria solo porque no sabían que era imposible.