Romy Riquetti (tercera desde la izquierda) labora en la zona de Deodoro, en Río.
En el 2013 fue la primera ocasión que visitó Brasil. Visitar el Cristo del Corcovado y mirar desde esa altura la “belleza de Río de Janeiro, hizo que me enamorara de esta Ciudad Maravillosa”, dice Romy Riquetti.
Esta quiteña, de 31 años, es una de los 45 000 voluntarios que participan en los Juegos Olímpicos. Desde hace dos años vive en Alemania, y aplicó para retornar a Río, “no como turista sino en un rol diferente, para conocer más de la cultura y costumbres de este país. Esta fue una oportunidad interesante”.
Recibió un porcentaje de descuento en su pasaje aéreo vía TAM. Ella solventa algunos de los gastos. “No me cuesta el alojamiento porque estoy en la casa de otro voluntario. No recibimos sueldo, pero nos dan la alimentación y nos facilitaron una tarjeta para movilizarnos en el transporte público”.
Trabaja en la zona de prensa de Deodoro, uno de los cuatro centros deportivos donde se desarrollan los Juegos. “Aquí se realizan las competencias de canotaje, BMX y Ciclismo de montaña, los deporte de la bicicleta son mis favoritos”.
El horario de trabajo lo establecen los organizadores dependiendo de las horas disponibles de los voluntarios, “la mayoría trabaja ocho horas, a veces un poco más, pero estamos en Río para ello”.
Habla inglés, alemán y español, y encontró en estos Juegos la ocasión propicia para “aprender el portugués. “Hablo con ellos en su idioma como respeto a su país y a su cultura”. Entre sus responsabilidades están el de facilitar el trabajo de los periodistas en la zona mixta donde van los deportistas luego de sus competencias.
Está feliz porque ha conocido a varios medallistas olímpicos. “Mi sueño es conocer a la leyenda, el jamaiquino Usain Bolt, pero es difícil porque no tengo acceso al estadio olímpico. Como voluntarios podemos con nuestras credenciales ir a algunos eventos y a otros no, sin embargo, podemos pedir boletos para algún torneo en especial”. De esa forma también conoce los otros espacios de los Juegos.
El lunes pasado junto a otra voluntaria ecuatoriana, Andrea Coba, fue a respaldar a la nadadora Samantha Arévalo en los 10 kilómetros en Aguas Abiertas. “Ahí pudimos conocerla y también a Esteban Enderica y los apoyamos con nuestros gritos”.