Como estaba previsto, Luis Chiriboga ha ganado su cuarta reelección consecutiva, para infinita alegría de su corte y profundo desconcierto de sus detractores, que no saben por qué este dirigente parece inamovible. Repasemos las aristas de este histórico suceso.
1. Luis V
Cinco períodos consecutivos gracias a elecciones en las que siempre arrolló dibujan claramente el enorme poder de Luis Chiriboga. Nadie le ha hecho cosquillas. Nadie le ha quitado el sueño, al menos no por más de dos días. Su dominio del escenario del fútbol nacional ha sido prácticamente total, a pesar del papelón judicial del 9 de enero que lo dejó callado por largos 120 minutos. ¿Por qué no cae, si lo natural es el desgaste, el fastidio de la rutina y la lógica necesidad de refrescarse? ¿Por qué sigue vigente a pesar del intenso bullying en las redes sociales, que llevaría a cualquiera a la depresión? Hay dos razones. Una es la calidad de Chiriboga como político, siempre subestimada. Es más activo y efectivo que Velasco Ibarra y Rafael Correa juntos. Entre sus cualidades para sostenerse están su nítida memoria Kodak, su profundo conocimiento del fútbol, su aún mejor entendimiento de ese extraño mundo en que los dirigentes se desenvuelven y su enorme habilidad con las finanzas. A eso se suma su gran capacidad para crear lazos sumamente útiles, como el que trenzó con el presente Gobierno cuando el fútbol pasó, casi inocentemente, de la televisión opositora a la verde-flex. Eso vale mucho. Si Fabián Alarcón era el rey de la cintura, Chiriboga es el rey de la gambeta, el quiebre y la definición del mano a mano en los pasillos. Él es Luis V, mientras los demás son simples pajecillos. ¿Lo dudan? Solo miren el voto de River Ecuador y de Orellana para darnos cuenta de quién manda aquí.
2. ¿Oposición?, ¿cuál oposición?
La segunda razón de este triunfo del chiriboguismo se debe a los errores de los opositores, que no fueron otras cosa que un amasijo de contradicciones, tiros al aire y, sobre todo, incapacidad de convencer a los colegas de un cambio en el timón. Liga de Quito comandó las críticas (algunas sólidas pero otras que cayeron en el siempre inaceptable plano personal) y ha sido fiel a sus lineamientos hasta el final, lo cual llena de orgullo a sus hinchas. Sus aliados Católica, Manta y Espoli son respetables pero sin mayor peso real entre la dirigencia. La creación de la liga profesional jamás logró ser el cohesionador para juntar votos por un horizonte nuevo y, para colmo, la tibia postura de Mario Canessa impidió que Guayas se sumara al cambio. Quizás la liga profesional no exista antes del 2019. Para colmo, la candidatura de Estrada y las tácticas judiciales de sus amigos del Sandino generaron que Chiriboga se posicionara como víctima y, al final, ni siquiera hubo candidato opositor, pues los dirigentes indecisos se juntaron a Luis V, defensor de la autonomía. ¿No hay peor derrota que Manabí votó por Chiriboga y se desmarcó de Estrada, quien hizo campaña entre los hinchas y las redes pero no entre los dirigentes, que son quienes votan? En resumen, no hubo (¿no hay?) oposición sino solamente voces críticas a las que les ha faltado unión, estrategia y recursos.
3. El dinero
Sí, curioso, rarísimo que en un año de Mundial exista déficit. También es extraño que Chiriboga admita que la FEF donó dinero a los clubes y que varios ya no son sujetos de crédito. ¡Incluso se debe a Reinaldo Rueda, por favor! También es extraño que los clubes aplaudan y aprueben este informe financiero sin pedir mayor explicación (excepto LDU, Católica y Espoli). Al final, entre esta euforia electoral y los mariachis del festejo, hay miedo de que algo mucho más grave que la huelga de jugadores del 2014 se presente. “La crisis no se arreglará si los clubes no manejan presupuestos reales”. Esta frase de Chiriboga significa que existe preocupación porque la FEF no puede hacer de sus recursos una Navidad permanente. Significa que existe crisis, damas y caballeros. Y también significa que, como siempre ha sido, los dirigentes son los responsables del fútbol. Ellos eligieron a Chiriboga. Ellos se han acostumbrado a las ayuditas, los préstamos, al ‘Luchito, dé una manito’. Ojo, que esta vez Luis V tiene alacranes en el bolsillo.