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En este Mundial, cargado de dramatismo y emotividad, donde gran parte de los enfrentamientos se definen con pequeños detalles, nos encontramos con la Selección colombiana clasificada por primera vez a la instancia de cuartos de final.
El equipo es una auténtica demostración de que se puede practicar un fútbol vistoso y conseguir resultados satisfactorios. El máximo responsable del gran presente es su entrenador José Pekerman.
Él es un director técnico de perfil bajo, modesto y enemigo de las polémicas. Personalidad que puede irritar a gran parte de los argentinos , que no le han brindado el reconocimiento que se merece.
Lejos de inmutarse por la lesión de su máxima figura, Radamel Falcao, y de uno de los pilares de la mitad de cancha, Aldo Ramírez, el DT contagió de confianza a sus dirigidos y le dio la responsabilidad a James Rodríguez de manejar los hilos como en su momento lo hizo con Juan Román Riquelme en Argentina.
Dueño de ideas claras y convincentes, su trabajo hasta el momento está dando frutos.
Enfrente en cuartos estará Brasil, de local y con un juego muy distinto al que marca su historia. Ojalá Colombia siga apostando a su juego, al atrevimiento, a su poderío y no solo a defender las arremetidas del conjunto carioca.
Pekerman y su Selección permiten ilusionarse, ratificando lo hecho en las eliminatorias mundialistas y manteniendo más vivo que nunca, el sueño de 48 millones de colombianos, de consagrarse sin traicionar un estilo.
Finalmente, quiero terminar esta columna tomando una frase del escritor argentino Eduardo Sacheri cuando hablaba de la dignidad del estilo de Marcelo Bielsa y que aplica al caso de Pekerman: “Si el destino le depara una derrota, hacerlo con dignidad. Digno de ganar y perder. Pero siempre digno de jugar”.