Unos técnicos elogian sus actuaciones. Hasta los comparan con árbitros de sus países. Otros los critican y también hay quienes toman distancias para evitar supuestas retaliaciones. Esas analogías se hicieron comunes en estos tiempos en la forma como se evalúan los rendimientos de los árbitros del torneo.
Esas lecturas subjetivas siempre tendrán consecuencias porque los árbitros de fútbol han estado en observación permanente. El hincha, el DT, el futbolista y el directivo ven un partido de acuerdo con su óptica. A veces son crueles y en ocasiones consecuentes. Pero la organización que usualmente tiene que dar las alertas sobre los aciertos y desaciertos de un árbitro es la Comisión Académica de Arbitraje de la Ecuafútbol. Pero esta lo hace ocasionalmente.
El rendimiento de un árbitro va más allá de una equivocación que pudiera generar una serie de interpretaciones. También se equivocan y lo hacen con frecuencia. Pero hay que mirar con detenimiento el papel que asumen los asistentes de línea, quienes son los que más errores cometen. A veces evitan alzar la banderola por un fuera de lugar por temor a equivocarse por la forma como ahora una imagen de televisión ya está en redes sociales en centésimas de segundos, dejando la responsabilidad sobre el árbitro. Pero son ellos los llamados a advertir estos casos; también de las agresiones de un jugador en la zona de las 18 yardas. Allí se pudiera sancionar un penal, sin importar los equipos que jueguen. Por eso es necesario que los directivos de la FEF y la comisión técnica de arbitraje revisen con detenimiento la forma cómo se vienen desempeñando los asistentes.