El técnico interino de la Tricolor tiene un corazón del tamaño del Chimborazo. Solo él permitiría dar paso a la despedida de alguien que le gritó en pleno cotejo de eliminatorias, lo cual generó la escena cumbre que le destrozó su imagen de liderazgo y que se convirtió en símbolo del fracaso del camino a Sudáfrica.
Cinco años después del famoso “no se te ocurra hacer cambios” en Colombia, ese mismo entrenador permite que Iván Hurtado le diga adiós a la Tricolor en un amistoso con El Salvador. ¡Qué corazón de madre! Bueno, si es capaz de colocar a dos suplentes como centrales de la Selección y creer que eso es un ‘proceso’, es capaz de todo.
Se dice que Hurtado se merece este homenaje, pero no es verdad. Hay que conjugar bien el verbo: se lo merecía. Es increíble que después de años, ¡años! de su último cotejo de la Tricolor, recién ahora se dé paso a este compromiso de despedida, sumamente a destiempo y en país ajeno, sin que los hinchas que lo vieron defender la camiseta nacional le digan adiós.
Hubo tantos partidos amistosos desde entonces, con España por ejemplo, que pudo aprovecharse para el correcto adiós de un ‘récordman’ como Hurtado. Y no se puede argumentar que ‘Hurtado le dio mucho a la Tricolor’ para lo de ahora, porque ponerse esa camiseta le dio dinero y la vitrina que le ayudó a jugar en varios clubes del mundo y luego intentar su salto a la política. Los suyo no fue un sacrificio digno del martirologio.
El momento no puede ser peor, con Hurtado presidiendo un gremio de jugadores que reclama dramática –e inútilmente- por sus sueldos impagos. Se ve deslucido que el líder del sindicato, de repente, reciba esta tardía recompensa por parte de la Federación, el ente que se ha negado a sancionar a los clubes morosos. La esposa del César debe serlo y parecerlo, y queda la incómoda sensación de que Hurtado antepuso su ego a su deber, aunque él diga que no mezcla las cosas. Error: no se puede separar al sol del día. Que Vizuete forme parte de esto solo resalta lo caricaturesco de la escena, la cual pinta al actual fútbol ecuatoriano de arriba abajo: asimétrico, injusto, desorganizado, vertical y, sobre todo, shakesperiano.